Hoy en día no hay un solo habitante de la metrópolis francesa que no sepa quién es Eric Zemmour. Sobre todo desde que se le considera candidato potencial a la elección presidencial de la República. Si su nombre comenzó a ser conocido por su presencia en la televisión, sus artículos en la prensa, sus comentarios en la radio, los escándalos por las polémicas que levanta y los consecuentes procesos judiciales de los que ha sido objeto, perseguido por discriminación racial y provocación al odio hacia los musulmanes, en la actualidad no es posible encender la radio o el televisor sin escuchar su nombre.
A sus 63 años, Zemmour goza de una fama que no es siempre positiva. Las pasiones que despierta este polemista son tanto de culto a la personalidad como de aversión y repugnancia. Egresado de Ciencias Políticas, después de fracasar dos veces en el concurso de ingreso a la famosa Escuela de Administración Francesa, Zemmour se dedica al periodismo de opinión al mismo tiempo que publica libros controvertidos… que suscitan los celos de colegas comentaristas pues su venta supera todas las ambiciones. Historiador, observa y analiza la sociedad francesa a través de los modelos y formas que perfilan su identidad. Obtiene éxito de venta y premios. Los títulos de sus libros hablan por sí mismos: Premier sexe panfleto donde ataca los principios del libro de Simone de Beauvoir Le deuxième sexe ( El segundo sexo); Mélancolie française, ensayo donde analiza la ambición francesa que, durante 15 siglos, resumen los versos de Corneille: “Si vos no sois romano, sed digno de serlo”, pretensión abandonada que causará la decadencia francesa como lo bárbaros hicieron caer Roma al no ser “asimilados”.
Esta “asimilación” del inmigrante es uno de los principios pregonados por Zemmour, los cuales completan la tesis, originaria del escritor de extrema derecha Renaud Camus, del “gran remplazamiento”. Esta idea supone que otras culturas y pueblos “no asimilables” se extienden en Francia y conquistan territorios, “zonas perdidas”, donde imponen su civilización.
A partir de estos dos conceptos, Zemmour denuncia, siembra el miedo, amenaza con el triunfo de la ley islamista de la sharia (mujeres veladas, ablaciones, dominación masculina, castigos de lapidación) y anuncia la desaparición de la civilización francesa si no se pone el alto a la inmigración.
La gastronomía política francesa tiene su cocina tradicional y su “nueva cocina”. La tradición supone que los candidatos a la presidencia publiquen libros donde exponen su programa. Ahora, los preparativos culinarios parecen renovarse con los escritores de panfletos cuyo éxito editorial empuja a lanzar su candidatura a la presidencia. Tal es el caso de Eric Zemmour, quien no cesa de aumentar el porcentaje de su posible elección en estos meses y sin siquiera haber declarado sus intenciones.
Su último libro, La France n’a pas dit son dernier mot ( Francia no ha dicho su última palabra), publicado por su propia empresa, pues su editor decidió no publicarlo, se vendió en 78 mil ejem-plares en cuatro días. La sociedad Los amigos de Zemmour se fundó en abril pasado.
Su candidatura, increíble hace unos meses, gana terreno. Zemmour roba electores a la derecha tradicional y a la misma Marine Le Pen, presidenta del partido de la llamada “extre-ma derecha”, quien aparece de una tibieza pálida frente a las cóleras de Zemmour, quien no ve a otro más a que él que pueda aún salvar a Francia.
No es probable que Zemmour triunfe en las próximas elecciones. Incluso podría no lanzar su candidatura, pero al polemista no le queda sino declararla si no desea pasar por un desertor y un cobarde.
Un último ingrediente de la salsa francesa: la portada de Paris Match fue una foto de Zemmour en traje de baño abrazado a su joven encargada de la comunicación. Escándalo consecuente, pues el polemista es un hombre casado desde hace más de 30 años.
Al mejor cocinero puede fallarle un guiso.