Saltillo, Coah., Alrededor de 300 migrantes originarios de Haití permanecen en un albergue del municipio de Acuña, en espera de que autoridades mexicanas les concedan permisos de residencia permanentes; mientras, familias completas de ciudadanos originarios de ese país se dispersaron por varios municipios de Coahuila y se les ve en cruceros viales en espera de que automovilistas les obsequien monedas y comida.
“Nosotros estuvimos en la frontera, pero la cosa se puso fea con los guardias de Estados Unidos, a muchos nos tocaron chicotazos y nos echaron encima los caballos”, recordó Clau, uno de los haitianos reprimidos hace unos días por agentes de la Patrulla Fronteriza que los replegaron al río Bravo a la altura de la ciudad texana Del Río, vecina de Ciudad Acuña.
Clau dejó con su familia la frontera entre Coahuila y Texas; llegaron a Saltillo a pie y en aventones. Caminaron 100 kilómetros desde Acuña hasta Zaragoza, donde el gobierno municipal habilitó un refugio temporal para indocumentados.
Originalmente pretendieron llegar a Monterrey, Nuevo León, pero siguieron su camino hasta Saltillo, la capital coahuilense. Recorrieron 500 kilómetros a pie, así como a bordo de tráileres y camiones cuyos conductores les dieron aventón.
“En la frontera no nos quisieron vender boletos de autobús. Nosotros tenemos dinero, ese no es problema, tenemos dinero para boletos, pero nos piden documentos y eso no tenemos”, explicó Manno, otro de los haitianos que se encuentran provisionalmente en Saltillo.
En Coahuila, las empresas de transporte de pasajeros están obligadas a vender pasajes con identificación de por medio, requisito imposible de cubrir para muchos migrantes. Por eso “nos venimos caminando, no se pudo de otra forma”, anotó Moisés, padre de una familia que integra con su esposa y sus tres hijos menores de edad.