Cuando hace años le preguntaron al tristemente célebre político mexicano Gonzalo N. Santos ¿qué es la moral?, contestó: “moral es un árbol que da moras”. El cinismo que encierra la respuesta le sienta como anillo al dedo al líder republicano del Senado de Estados Unidos, Mitch McConnell.
Sólo así se puede explicar su forma de actuar en política, llena de contradicciones e hipocresía. Sus desacuerdos en contra de cualquier iniciativa que provenga de la oposición son reflejo del desprecio por la integridad, que en política es un valor indispensable, y el auxilio de quienes más necesitan el apoyo del gobierno. Su forma de actuar está llena de perversidades; por ejemplo, su promesa de obstaculizar a como diera lugar la relección de Obama el mismo día de su toma de protesta.
Con ese mismo espíritu, McConnell ha encabezado la rebelión en contra del paquete de infraestructura de presidente Biden, elemento sustancial en su política de beneficio social y recuperación económica. Con el concurso de 50 legisladores republicanos, más uno o dos republicanos disfrazados de demócratas, ha impedido la aprobación de dicho presupuesto, cuya esencia es el gasto de 3.5 trillones de dólares, omitiendo, además, que el gasto se distribuiría en los próximos 10 años.
A ese despropósito ahora pretende agregar otro más. En las próximas horas el gobierno podría declararse insolvente para pagar sus deudas, de no aprobarse el aumento en el techo de endeudamiento. En síntesis, no podría pagar la deuda ya contraída con miles de empresas y bancos. Sería catastrófica para varias naciones, una de ellas México. Cabe recordar que durante el gobierno de Trump se presentó una situación similar, y McConnell, como líder de la entonces mayoría republicana en el Senado, no sólo aprobó el mismo mecanismo, sino que ponderó el que propuso el entonces presidente.
Es evidente que las decisiones del señor McConnell no están determinadas, como él lo ha declarado, por un pragmatismo que en ocasiones es necesario en política, sino por el ánimo de agraviar a sus oponentes, sin considerar el daño que ocasiona a la mayoría de la población. Es, al fin y al cabo, la política carente de ética y moral que caracterizó a Donald Trump a lo largo de su mandato, y que ha contagiado a la mayoría de los legisladores de su partido.
El derrumbe de la coherencia a que se debe el quehacer político pudiera estar a la vista si el electorado no puede entender la gravedad de lo que esa conducta significa para la salud de la democracia y la convivencia social.