Evergrande, la enorme constructora china, es la noticia financiera del momento y en buena medida por las razones que se han vuelto más comunes: su enorme deuda y las previsibles consecuencias. En su nombre lleva el castigo (una pizca de metafísica no hará daño).
“Siempre grande”, o bien, “cada vez más grande” es la traducción literal del nombre de esta gigantesca compañía de China, cuyo negocio inmobiliario es el más endeudado del mundo. El grupo fue fundado en 1996 por Xu Jiayin y ahora abarca otras actividades: financieras, fabricación de autos eléctricos, alimentos y bebidas y, como debe ser, es dueño de uno de los grandes equipos de futbol, el Guangzhou FC.
Hoy, según la información pública disponible, el área de desarrollo de bienes raíces en Evergrande tiene mil 300 proyectos en más de 250 ciudades de China. El negocio se sostiene en un mar de deuda, valuada en más de 300 mil millones de dólares, en un sector en el que, añadiendo las actividades relacionadas, se estima que representa alrededor de una cuarta parte del PIB de China. El fenómeno está asociado con el dinámico proceso de urbanización en esa sociedad.
El tamaño de la deuda es un signo del modo de operar de empresas del tipo de Evergrande. En este caso, al parecer, el problema inmediato de la empresa se deriva, además de la magnitud de la deuda misma, de los cambios políticos que están en curso en China y reorientan la actividad económica y la relación entre el Estado con las empresas, asociado con las estrategias que hoy promueve el gobierno de Xi Jinping.
El Partido Comunista replantea su dirección en el marco de lo que se ha llamado la “prosperidad común”, que se enfoca en la profunda desigualdad que se ha creado en ese capitalismo dirigido desde el Estado. En dicha línea se diseñan un conjunto de políticas nacionales de seguridad. Una vuelta más de la línea del “socialismo con características chinas”. Se trata, en esencia de fortalecer el control económico y político.
El gobierno impuso medidas para reducir el nivel de la deuda de las grandes empresas constructoras. Evergrande ha tenido que restructurar su deuda para acomodar el negocio a las nuevas condiciones mediante el acopio de liquidez, afectando las condiciones de la venta de las unidades, pero en el camino se enfrenta al vencimiento de intereses.
Esto apunta a una situación que puede derivar en una crisis que se desparrame por el sector financiero y a los acreedores de la compañía en los mercados internacionales; además de las repercusiones sobre el conjunto de las empresas proveedoras.
Ya se ha llamado a esta crisis como el “momento Lehman Brothers de China”, en referencia a cómo se precipitó la crisis financiera de 2008 en Estados Unidos. Habrá que ver cómo se desenvuelve el asunto, mientras tanto, el viernes, Evergrande no pagó los intereses vencidos y entró en un periodo de gracia de 30 días.
Evergrande expresa un fenómeno típico de la “financiarización” económica y que se expresa en la conformación de empresas de gran tamaño y mucha deuda. Y mientras más mejor. Hoy, este rasgo es emblemático de la globalidad de los mercados.
El tamaño, expresa el poder de mercado de las empresas, vinculado con los costos y los precios con los que operan y las abundantes ganancias que generan. Se trata del espacio que dominan con sus productos y servicios; tan global como se pueda. Ejemplos de esto son bien conocidos y muchos son claramente identificables por todos. Otros lo son menos pero igualmente relevantes.
En ciertos sectores la dimensión de las empresas ha llevado a una situación denominada como “demasiado grande para quebrar”, lo cual deriva casi directamente en que ante una condición de fragilidad, el gobierno intervenga para prevenir o amortiguar la quiebra o, de plano, socializar los costos. Se trata de contener el reguero de deudas impagables que se genera.
En 2008, por ejemplo, los bancos y otras empresas financieras se consideraron muy grandes para quebrar. Aunque Lehman fue sacrificado, las dos grandes compañías hipotecarias públicas, la aseguradora privada AIG y la mayor parte del sector bancario fueron intervenidos, subsidiados o rescatados. La intervención aún tiene efectos en las condiciones financieras más de una década después.
Cómo dijo Alan Greenspan, antiguo presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, la crisis de 2008 fue un episodio de exuberancia irracional. El caso es que esa exuberancia y esa irracionalidad se generan en todos los mercados de activos, sean los créditos, bonos, acciones, bienes raíces, criptomonedas, obras de arte y demás. Cuando la exuberancia se financia con deudas crecientes y de enorme tamaño se provocan crisis muy costosas.
Mientras más desarrolladas son las economías de mercado se vuelven un formidable entramado de deudas. Puede leerse al respecto el libro de John Lanchester: ¿Huy! Por qué todo el mundo debe a todo mundo y nadie puede pagar. También puede verse el capítulo segundo de la serie de Netflix: El dinero en pocas palabras.
Las deudas deben validarse de modo constante y a tiempo, es decir, que deben cobrarse, lo que se hace de muy distintas maneras y con costos diferenciados. Cuando la magnitud de la deuda es demasiado grande y el entramado entre deudores y acreedores en más complejo, las crisis son más severas y las cargas sociales más desiguales.