El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llamó al Congreso a aprobar un alza de impuestos para los más ricos, pues “ya es hora” de que las grandes corporaciones y las personas más acaudaladas del país paguen su “justa parte”. La propuesta del mandatario busca revertir los radicales recortes fiscales impulsados por Donald Trump, a fin de que quienes ganen más de 400 mil dólares al año paguen una tasa impositiva de 39.6 por ciento, la misma que se cobraba durante la presidencia del republicano George W. Bush (2001-2009).
De aprobarse, el proyecto del presidente Biden, detenido hasta ahora por la minoría republicana en ambas cámaras, pondría fin a cuatro décadas de profundización de un sistema impositivo regresivo y sumamente favorable para el uno por ciento más rico: en la década de 1950, este sector pagaba hasta 92 por ciento de impuestos sobre ingresos personales, pero hoy apenas desembolsa 23 por ciento, una tasa menor a la vigente para el 50 por ciento más pobre de la población.
Lo más grave es que el sistema fiscal está diseñado de tal manera que permite a los millonarios evadir legalmente ese gravamen. Como resultado de un sistema creado por y para los más ricos, 55 por ciento de las grandes empresas pagó cero impuestos federales el año pasado, y las 25 personas más ricas de Estados Unidos abonaron una tasa efectiva de impuestos de 3.4 por ciento sobre sus ganancias entre 2014 y 2018. Algunos de estos ultra ricos no cubrieron un centavo al fisco durante varios de los últimos 15 años, y algunas de las 500 empresas más grandes de esa nación no sólo no pagaron, sino que obtuvieron rembolsos por miles de millones de dólares del gobierno federal.
El corazón del debate se encuentra en el crecimiento exponencial de la desigualdad que ha acompañado a la implementación de un modelo fiscal basado en el dogma neoliberal según el cual, al disminuir los impuestos a los dueños de grandes capitales, éstos invertirán su riqueza y detonarán el crecimiento económico y la creación de empleos.
La evidencia incontestable de que esa visión no es sino un mito difundido por académicos e instituciones financiados por las élites, ha erosionado el consenso neoliberal, y hoy una mayoría de estadunidenses repudia el que empresas y ricos no paguen su parte en impuestos. Este viraje, propiciado por el desastre social y humano que ha dejado tras de sí el neoliberalismo, se vio acelerado por la pandemia: mientras millones de personas perdieron sus empleos y experimentaron una pérdida sustancial en su calidad de vida, los 719 estadunidenses con fortunas superiores a mil millones de dólares vieron su riqueza incrementarse en 55 por ciento.
Lo que ocurre en la superpotencia se refleja a escala internacional en el avance de iniciativas como el acuerdo histórico alcanzado por el G-20 en julio pasado para crear un impuesto global mínimo a las empresas multinacionales, el cual permitirá recaudar 150 mil millones de dólares anuales de las 10 mil grandes compañías cuya facturación supera 890 millones de dólares.
Si bien hasta ahora no se han anunciado aumentos de impuestos para los más ricos en México, esta misma tendencia se encuentra presente en el fin de las condonaciones de impuestos aplicadas en los sexenios anteriores, así como en la reforma legal que hizo de la evasión fiscal un delito grave para acabar con la deplorable normalización de esta práctica.
Cabe esperar que prosperen éstas y otras propuestas para terminar con un modelo económico y fiscal consistente en la concentración de riqueza en muy pocas manos a expensas del bienestar de las mayorías, pues ya resulta indefendible que los Estados sostengan el modo de vida de los ultra ricos a través de recortes masivos a la inversión pública y a derechos humanos elementales como salud, educación, vivienda y seguridad social.