Romper con los estereotipos. ¡Ánimo juventud! (2020), el largometraje de ficción más reciente del director mexicano Carlos Armella ( Toro negro, 2005; En la estancia, 2014), toma como punto de partida ambientar en barrios populares de la Ciudad de México una comedia juvenil plagada de situaciones absurdas y una ironía irreverente. Sus intérpretes son cuatro comediantes adolescentes (tres hombres y una mujer) que con mucho brío animan varias anécdotas entrelazadas cuyo punto en común es el azaroso acceso a la madurez sentimental por parte de una generación sin sólidos asideros morales, en una sociedad pretendidamente adulta que a menudo suele desdeñarlos.
La manera en que Martín (Rodrigo Cortés), adolescente romántico y taciturno, expresa su necesidad de contacto afectivo es por medio de pintas callejeras. En el muro de una casa escribe en grandes letras y dibujando un dedo pulgar quebrado su reclamo amoroso (“Cris te amo”), un anhelo que no encuentra eco comprensivo en el indignado dueño de la propiedad que lo guarda maniatado en espera de la patrulla de policía que no llega. Paralelamente, la joven Dulce (Daniela Arce) hace poco honor a su nombre de pila sometiendo a un bullying inclemente a sus compañeras de colegio. Su víctima predilecta es la misma jovencita rubia y aplicada que quita el sueño a Martín, el graffitero. Por calles muy cercanas transita también el taxi de Daniel (Mario Palmerín), un aficionado trompetista obligado a dejar de lado su vocación musical para ocuparse de la suerte de su joven novia embarazada, mientras el descubrimiento en la parte trasera de su auto de un dedo cercenado lo coloca en serios aprietos con dos policías de la patrulla que en otro lado sigue haciéndose esperar. Finalmente, una familia entera, y con ellos los maestros de una escuela, se desesperan con el absurdo caso de Pedro (Iñaki Godoy), un joven talentoso que, en vísperas de un concurso de oratoria, se niega a hablar en un idioma comprensible.
Estas cuatro historias que el director y también guionista de la cinta conecta entre sí de una manera hábil y divertida, cuestionan con malicia algunos lugares comunes presentes en la comedia juvenil mexicana. Primeramente la idea de que adolescencia rima inevitablemente con indolencia. Muchos protagonistas jóvenes suelen ser presentados en la comedia comercial como seres indiferentes y materialistas, ensimismados en sus intereses, desconectados de toda postura crítica o contestataria. En suma, adolescentes aspiracionistas que sólo pretenden emular, en el nivel intelectual más bajo, los logros sociales de sus mayores. En ¡Ánimo juventud!, Carlos Armella explora algo muy distinto, una actitud juvenil anticonformista que encuentra sus mejores cauces expresivos en el manejo del absurdo y el humor desenfadado. Sin grandes aspavientos y sin vistosos signos de revuelta panfletaria, el relato coral avanza con la engañosa ligereza y la inteligencia provocadora de comedias urbanas tan exitosas como la tapatía Somos Mari Pepa (Samuel Kishi, 2013) o Sopladora de hojas (Alejandro Iglesias, 2015).
Otro cuestionamiento interesante de la cinta consiste en tomar distancias con el estereotipo, comercialmente rentable, de protagonistas adolescentes sin traza alguna de mestizaje, apenas distinguibles del modelo publicitario de lo estéticamente correcto –un ideal étnica y culturalmente más cercano al mundo anglosajón que a la realidad mexicana. ¡Ánimo juventud! rompe de tajo con esa rutina televisiva. Este relato de inconformidades difusas, aunque siempre vigorosas y espontáneas, desmiente también con humor la noción complaciente de una generación juvenil irremediablemente apática y desinformada, mientras que en el otro extremo figura el mundo vacío de una enajenación cultural que la película muestra, de modo paródico, con el fragmento de una telenovela (“Regresé sólo por ti” –le dice el protagonista a su amada–, “Cuando estaba en coma pense qué… A lo que ella le responde: ¿Pensaste?)”. Esa realidad laboriosamente sensata y madura, los adolescentes de la película la cuestionan y rechazan, como en especial lo hace el hermético Pedro al inventarse un mundo y un lenguaje propio e intransferible –potencialmente subversivo–. Que una comedia juvenil mexicana aborde, en tiempos de pandemia, y con un tino tan certero, parte del desasosiego de jóvenes que ahora contemplan su futuro virtualmente hipotecado, es un logro insospechado. ¡Enhorabuena!
Se exhibe en Cineteca Nacional, Cinépolis, Cinemex, Cine Tonala, Casa del Cine MX y Cinemanía Plaza Loreto.