La Oficina de la Presidencia, donde se diseñan y operan las políticas del Krem-lin, hizo posible que el oficialista Rusia Unida, que no supera 30 por ciento de popularidad incluso en las encuestas encargadas por las autoridades, cuente de nuevo con mayoría calificada de dos tercios de los diputados –24 escaños más de los 300 requeridos– en la renovada composición de la Duma.
De este modo, la cámara baja del Parlamento federal volverá a ser, según la definió Boris Gryzlov cuando era su presidente, “un sitio donde no se debate” o, si se prefiere, “una desbocada máquina para aprobar leyes”, elaboradas por y para el Ejecutivo, como la denominan los opositores.
Para lograrlo, se prohibió la participación de los críticos del Kremlin, tildados de “extremistas”, “militantes de organizaciones indeseables”, “agentes extranjeros” y otras etiquetas que cierran las puertas a cualquier cargo de elección popular; se dispersó el voto de castigo al incluir en las boletas a otros 13 partidos que son parte del sistema y desempeñan un papel subordinado, y se facilitó el ajuste de resultados, sobre todo en el interior del país y mediante la votación por Internet en Moscú y otras cuatro regiones, al dividir los escaños por listas de partido y distritos de votación directa, dando estos últimos al oficialismo el doble de diputados.
Tras retener casi un día los resultados de la votación electrónica, en Moscú no ganó ningún candidato, ya no de oposición sino de un partido diferente al oficialista, cuando de acuerdo con las boletas depositadas en las urnas iban arrasando en 13 de sus 15 distritos.
La votación por Internet confirmó que se puede obligar a los trabajadores de los sectores público y paraestatal a inscribirse sin votar o a revelar cómo lo hicieron y cambiar su sufragio (hubo 300 mil casos) y hasta añadir los apoyos de quienes en realidad no votaron.
Los operadores políticos del Kremlin cumplieron la misión de garantizar a la élite gobernante cinco años más de tranquilidad, reprimida la más mínima expresión de inconformidad. Y lo más importante de cara al futuro, de nuevo tienen mayoría calificada en la Duma por si otra vez hay que modificar la Constitución, en caso de que el presidente Vladimir Putin, en 2024, no quiera ser relegido y tampoco soltar las riendas del poder.