Del Códice Vaticano B existen en México al menos dos buenas copias. Una edición facsimilar que fue presentada este año en la Feria del Libro del Palacio de Minería, y la otra es una copia del original, realizada en el siglo XIX de Genaro López, por encargo de Francisco del Paso y Troncoso (1842-1916).
Ese manuscrito es uno de los tres códices que solicitó México en octubre pasado, mediante una carta entregada por Beatriz Gutiérrez-Müeller, titular del Consejo Asesor de la Nueva Coordinación Nacional de Memoria Histórica, al papa Francisco. Los otros dos son los códices Borgia, y el Vaticano A.
El jueves pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador informó que recibió la copia de uno de esos documentos, ningún original, sin embargo, no especificó cuál. También dijo que el Vaticano prestó “otros documentos” que serán presentados el lunes en la exposición Grandeza de México.
A finales del siglo XIX, Genaro López estableció su taller de trabajo en el entonces Museo Nacional, lugar en el que realizó las copias litográficas de cinco códices: Baranda, Colombino, Dehesa, Porfirio Díaz y el Lienzo de Tlaxcala; para su manufactura tomó de referencia las calcas de su profesor de arte José María Velasco. En la misma técnica copió las Siete Ruedas Calendáricas, de Veytia y una de Boban.
Satisfecho con su trabajo, Francisco del Paso y Troncoso incluyó a López en una importante misión europea para copiar dos códices más: los Matritenses y el Florentino, ambos de fray Bernardino de Sahagún, y realizó además las calcas de algunos códices localizados en la sede pontificia, entre ellos el Vaticano B, documento investigado recientemente por expertos del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, en colaboración con la casa de estudios de Varsovia, lo cual llevó a elaborar una edición facsímil, presentada este año en la edición 42 de la Feria del Libro del Palacio de Minería.
Tradición en facsímiles
El libro Nuevo comentario al Códice Vaticano B (Vat. Lat. 3773) señala que el documento podría tener influencias de la región sureste de Puebla y noreste de Oaxaca, es decir, de la mixteca alta y posiblemente náhuatl.
Los cuatro primeros capítulos de la investigación están dedicados a estudios para determinar sus fechas de creación, condiciones y materiales.
La tira facsímil se preparó a partir de la documentación proporcionado por la Biblioteca Vaticana, la cual también facilitó el uso de los elementos más cercanos al original para recrear la capa pictórica de los manuscritos prehispánicos.
Los investigadores encontraron que la obra presenta superposición de varias capas, es decir, lo que se ve en la superficie no es la capa original de pintura.
Por otra parte, el Códice Vaticano A es un libro realizado en formato europeo conforme a la tradición renacentista, con pinturas mexicanas, glosas en náhuatl y textos explicativos en italiano.
El ejemplar se encuentra en la Biblioteca Apostólica Vaticana catalogado como Códice Vaticano Latino, pero se le denomina también Códice Vaticano A o Códice Ríos, por su vinculación con fray Pedro de los Ríos.
En la página digital de la Medioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia se encuentran imágenes de ese documento.
México tiene una amplia tradición de copistas desde hace varios siglos, algunos dedicados a pintar códices, como el grupo de José María Velasco, creado por el investigador Francisco del Paso y Troncoso y el artista, que coordinaron a un grupo de jóvenes, todos ellos alumnos de la Escuela de Bellas Artes, con la finalidad de reproducir varios manuscritos como el Códice de Tlaxcala y el de Huamantla.
Otros de los integrantes de ese equipo fueron Adrián Unzueta, Rafael Aguirre, Isidro Martínez, Basilio Argíl y Mateo Alberto Saldaña (1875, 1951), quien en 1933 por encargo de la Secretaría de Hacienda fue comisionado para copiar 16 códices custodiados por el Museo Nacional, los cuales formaron parte de los preparativos de una exhibición que sobre ese tema se realizó en el Palacio de Bellas Artes en aquellos años.