El 17 de septiembre, se inauguró en la cabecera municipal de Ayutla de los Libres la Casa de los Saberes (Gúwa Kúma). Centro Comunitario de la Mujer Mépháá y Tu’un Savi. A 11 años de emitida la paradigmática sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) y a 19 de cometido el agravio en contra de la señora Inés Fernández Ortega, finalmente se cumple con esta medida de resarcimiento comunitario. La sentencia, emitida el 30 de agosto del 2010, declaró al Estado mexicano culpable de ejercer violencia institucional castrense contra la activista mépháá, quien el 22 de marzo del 2002 fue violada sexualmente frente a sus hijos por tres efectivos del Ejército Mexicano. Durante casi 20 años, Inés recorrió los caminos de la montaña de Guerrero denunciando los efectos que la militarización en la vida de sus comunidades, viajó a la capital del país y cruzó fronteras nacionales acompañada de sus representantes legales del Centro de Derechos Humanos de Tlachinollan para demandar verdad, justicia y seguridad, no sólo para ella, sino para todas las mujeres de la región. En este caminar perdió a su hermano Lorenzo Fernández Ortega, que la apoyaba en su lucha y quien fue asesinado impunemente por desconocidos, en medio del proceso de legal.
Desde que Inés decidió denunciar dejó claro que la justicia que ella demandaba iba más allá de apresar a los agresores, y que su violación era parte de una historia de violencias y agravios más larga contra su pueblo. La desmilitarización de la montaña y la creación de condiciones dignas para que las jóvenes de la región pudieran estudiar sin tener que atravesar la montaña y vivir con miedo, estuvieron en el centro de sus demandas. Fue a raíz de sus preocupaciones que tuve el privilegio de acompañar sus luchas con la elaboración un peritaje sobre el impacto comunitario del agravio. Los jueces de la CoIDH se dejaron desestabilizar en sus certezas epistémicas en torno al sentido de persona, al agravio y a la justicia, emitiendo, la primera sentencia en su historia en que un agravio individual obtuvo resarcimientos colectivos. Pero la lucha de Inés no paró ahí, durante 10 años continuó reclamando el cumplimiento de la sentencia y denunciando la continuidad del contexto de violencia e impunidad que hizo posible su agresión sexual. Con la fuerza de su palabra en su lengua materna, ha puesto siempre en el centro los problemas estructurales que aquejan a los pueblos de la Montaña de Guerrero. Así lo hizo en marzo de 2012, cuando Alejandro Poiré, entonces titular de Gobernación, pidió disculpas públicas por el agravio (https://cutt.ly/fExpjd3) y lo repitió este 17 de septiembre frente al subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, y al gobernador Héctor Astudillo. Su voz habla siempre por los pueblos y la justicia que demanda va más allá del punitivismo. Es por esto que en la Casa de Saberes Gúwa Cuma, no sólo se dará apoyo a mujeres y niños víctimas de violencia, sino que será también un centro de formación donde confluyen muchos saberes en defensa de la vida, así como un albergue para que niñas de las comunidades Mépháá y Tu’un Savi no tengan que trabajar de empleadas domésticas para estudiar en la cabecera municipal, como tuvieron que hacerlo las hijas de Inés.
En la inauguración se presentó el equipo de profesionistas indígenas que estará al frente del centro, todas bilingües: dos abogadas, una sicóloga, una trabajadora social, una enfermera, una contadora y dos ecónomas, entre ellas dos de las hijas de Inés: Nohemí y Nélida, que han heredado de su madre el impulso de trabajar por la justicia para las mujeres. En estos 20 años esa generación de mujeres jóvenes aprendió que es posible confrontar al racismo y a la violencia de género, luchando colectivamente. Su presencia y su palabra nos llenaron de esperanza.
En la creación de este centro confluyeron la energía política de las embajadoras Mépháá –como se denominan las mujeres de la organización de Inés– el equipo de Tlachinollan y una nueva generación de jóvenes activistas de derechos humanos que se han integrado al equipo de Alejandro Encinas, quienes pusieron todo su trabajo y corazón en este esfuerzo. Hay muchos retos por delante para asegurar que este compromiso estatal realmente se cumpla, pues el presupuesto para su funcionamiento futuro no está asegurado. Esperemos que las promesas del subsecretario en la inauguración, encuentren eco y continuidad en los sectores estatales que deciden los financiamientos hacia los pueblos indígenas. Las mujeres ahí reunidas celebraron con Inés este importante logro, pero todas sabían que este es apenas el inicio de una nueva etapa de lucha, en su larga historia de resistencias.
* Doctora en antropología, investigadora del Ciesas