Treinta y seis años después de que envolvió con tela el mítico Pont Neuf (Puente nuevo) uno de los más célebres para cruzar el río Sena en París, se vuelve realidad la obra póstuma de Christo Vladimiroff Javacheff y su esposa Claude Denat de Guillevon: hacer algo semejante con el Arco del Triunfo, símbolo histórico y arquitectónico de Francia.
Fue Napoleón Bonaparte quien ordenó en 1806 construirlo para celebrar las victorias del ejército bajo su mando. Se concluyó 30 años después. Mide 50 metros de alto y tiene una base de 45 metros de largo y 22 de ancho. Ahí se encuentra la Tumba al Soldado Desconocido, en memoria de los caídos en la Primera Guerra Mundial.
Está decorado con bajorrelieves que describen escenas de las batallas de la primera república y la época imperial.
En desplegar los 25 mil metros cuadrados de tela reciclable de color azul plateado que cubren el Arco del Triunfo, trabajaron una semana 95 técnicos. Para fijarla al monumento sin alterarlo ni causarle ningún daño, se requirieron 3 mil metros de cuerdas rojas. El comienzo de esa labor la presidió el jefe de Estado de la república, una muestra de la importancia concedida al también llamado Duo Christo.
Se trata de una obra de arte única, efímera, autofinanciable y la más importante del año en Francia. También cuestionada. Se calcula que la verán de cerca, y en forma gratuita, 3 millones de personas. La tela será retirada a principios de octubre.
El artista de origen búlgaro falleció el 31 de mayo de 2020 en Nueva York, donde residió la mayor parte de su vida. Tenía 84 años. Cabe recordar que en 1995 también envolvió con tela azul el Reichstag de Berlín (hoy sede del Parlamento alemán) y otros edificios emblemáticos del mundo. Igualmente creó un muelle flotante de tela amarilla sobre el lago Iseo en Sulzano, Italia. Y con miles de metros de textil, cubrió una parte de la costa de Australia.
A lo largo de su extensa carrera hizo obras monumentales que forzaban al espectador a observar sitios reconocidos desde una nueva perspectiva. Sobre su trabajo, dijo estar “desinteresado en las estériles paredes blancas de los museos modernos donde los objetos se exhiben alejados de la vida cotidiana”. Y por eso deseaba mostrarle a la gente que “el mundo podía ser una galería de arte”. Lo logró transformando frías estructuras en esculturas frágiles y sensuales.
El proyecto que acarició durante 60 años, al fin se hizo realidad.