A 48 años de su muerte, la empresa que fundó, con casi 250 mil colaboradores directos sólo en México, y operación en otros 13 países, recuerda a dos mexicanos de excepción, Eugenio Garza Sada y Eugenio Garza Laguera. En el legado de ambos se encuentran lecciones invaluables para actuar frente a la complejidad del mundo actual. Con resiliencia y perseverancia, enfrentaron retos descomunales, que llegaron a poner en duda, incluso, la viabilidad de la compañía.
Además del profundo y sorprendentemente actual legado de sencillez, compromiso social y ético, profesionalismo, dedicación, disfrute por el trabajo y apego a la verdad, el punto de partida, la gran orientación que Femsa ha tenido como organización, es el valor que siempre le dio don Eugenio Garza Sada a la dignidad y a la libertad de la persona.
Esa filosofía fue columna vertebral de su éxito empresarial y guía para hacer frente a grandes adversidades. A partir de ella, don Eugenio participó activamente en la reconstrucción de la Cervecería después de la Revolución. Enfrentó los graves impactos de dos guerras mundiales, la gran depresión de 1929, la persecución contra el alcohol y los intentos prohibicionistas en la venta de cerveza.
Desde luego, en muchas ocasiones debió combatir ataques y acusaciones de gobiernos que consideraban al Estado como el único actor importante, menospreciando a los individuos, a la sociedad y a la empresa.
Precisamente, por su visión de defensa de la propiedad privada y la libre empresa, y a diferencia de lo que ocurría con compañías en otras regiones de México, don Eugenio Garza Sada se propuso que la Cervecería estuviera alejada de cualquier actitud cortesana ante el gobierno. Como dice la historiadora Gabriela Recio: “en un país en donde los compadrazgos y los favores con los políticos en turno determinan en gran medida el éxito de los negocios, don Eugenio decidió conducir sus empresas alejadas del poder público”. Nunca en contra, simplemente, refractaria a la fascinación por el poder, propia de una cultura, derivada de una larga historia de domnación.
Al defender su propia libertad, fue cobardemente asesinado, con premeditación, ventaja y alevosía, en septiembre de 1973.
A la dolorosa pérdida de su padre, don Eugenio Garza Lagüera debió hacer frente a su primer gran desafío como líder de la organización: la separación de la compañía en dos grandes grupos, Alfa y la nueva Visa, que era entonces el nombre de Femsa.
A lo largo de las cuatro décadas en las que encabezó a la compañía, enfrentó también las consecuencias de las crisis económicas de 1976 y 1982, que incluyó la expropiación de Banca Serfín, el segundo brazo más importante que tenía el grupo.
Don Eugenio hizo cuatro cosas clave para superar la crisis de los ochenta y colocar a Femsa en la ruta del crecimiento, generando una gran confianza entre los inversionistas. Primero, tomó la decisión de desinvertir en negocios y pagar deuda. En segundo lugar, la empresa empezó a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores. El tercer pilar fue atraer a los mejores colaboradores, con la misma idea de su padre, que la empresa la conforman todos los trabajadores, no sólo dueños o directivos. El cuarto, concentrarse en la operación de los negocios.
Don Eugenio Garza Sada y don Eugenio Garza Lagüera heredaron los valores y la cultura que hacen de Femsa una empresa comprometida con la generación de valor económico y social.
Se dice fácil, sobre todo a la luz de la libertad con que han actuado los empresarios en las pasadas décadas, pero el contexto en que tuvieron que mostrar su temple estos dos líderes histórico, era todo menos benigno. Si bien nunca se propusieron enfrentar al gobierno, el hecho de no alinearse implicaba en buen grado un reto, algo que es difícil de entender en la era que nos ha tocado vivir, aun en el momento actual.
Incluso, la creación y desarrollo del Tecnológico de Monterrey por su compromiso con la educación, constituyó un desafío, y no porque fuese algo malo, sino porque implicaba un proyecto distinto al de la educación oficialmente sancionada.
Grandes hombres que se forjaron en tiempos difíciles. Grandes, porque lograron su cometido en condiciones frecuentemente adversas, con criterios que inclusive sus congéneres veían como más allá de lo idóneo, sobre todo en terrenos como el de la salud y el laboral. Grandes hombres porque supieron balancear sus compromisos profesionales con su vida personal y familiar. Grandes seres humanos, porque dejaron estas instituciones que han resistido el paso del tiempo y que han tenido la enorme virtud de adaptarse a un contexto nacional e internacional siempre cambiante.
Tenemos mucho que aprender de líderes de esa magnitud.
En tiempos también complejos, se honra su visión, su temple, su talento y su pasión por la libertad respetando la ley, para seguir engrandeciendo a Femsa, por el bien de México.