Nueva York., El presidente Joe Biden convocó una cumbre virtual sobre la pandemia como parte de la reunión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde instó a líderes mundiales, farmacéuticas, ONG y fundaciones a pensar “en grande” para resolver la crisis sanitaria, pero críticos deploraron que lo que ofreció en concreto se queda chico ante el desafío.
Biden, desde la Casa Blanca, y el secretario general Antonio Guterres con otros líderes –incluidos los mandatarios de Gran Bretaña, Indonesia, Canadá y Sudáfrica– desde Nueva York por su participación en la Asamblea de la ONU, anunció que Estados Unidos compartirá 500 millones de dosis más de vacunas a países en desarrollo –cifra adicional a las 600 millones ya contratadas– para el próximo año.
“Estados Unidos se volverá un arsenal de vacunas, igual que fuimos el arsenal de la democracia durante la Segunda Guerra Mundial”, proclamó.
Pero según expertos, se requieren 11 mil millones de dosis para vacunar contra el Covid-19 a 70 por ciento de la población mundial y con ello empezar a reducir los contagios. Casi 80 por ciento de las 5.9 mil millones de dosis inyectadas hasta la fecha han sido aplicadas en los países ricos, mientras menos de 10 por ciento de la población de países pobres han sido vacunada, sólo poco más de 3 por ciento de la población africana.
Aunque muchos dieron la bienvenida a los anuncios de Biden, incluyendo cientos de millones más en asistencia para distribuir y aplicar la vacuna en países pobres, varios expertos expresaron frustración por la lentitud en que se estará haciendo esto (las dosis adicionales anunciadas ayer se empezarán a distribuir hasta enero), critican que los países ricos apenas han cumplido con entregar 15 por ciento de las casi mil millones de dosis que han prometido para el esfuerzo mundial, y también que el presidente estadunidense no ha hecho lo suficiente para suspender de manera temporal sus patentes permitiendo que otros países puedan producir las vacunas para sí mismos y sus vecinos.
Médicos sin Fronteras (MSF) instó a Estados Unidos y otros países ricos a redistribuir de inmediato sus excedentes de vacunas a países pobres. “Mientras más siga dividido el mundo entre los que tienen o no vacunas contra el Covid-19, más se prolongará la pandemia”, advirtió la doctora María Guevara, secretaria internacional de MSF.
Peter Maybarduk, director del Programa de Acceso a Medicinas de la organización Public Citizen, comentó ayer que “esta cumbre merece, debe ser, un debate de dimensiones históricas… Pero no será así, y eso es profundamente decepcionante”. Al señalar la dramática desigualdad de acceso a las vacunas entre países ricos y pobres, y sus consecuencias mortales, afirmó que “esto es una lucha sobre acceso a la medicina y el derecho básico de las naciones a montar su propia defensa contra la pandemia”.
Agregó que “Estados Unidos tiene la receta para la vacuna contra el Covid-19 más efectiva del mundo… y puede compartir este conocimiento para que se puedan fabricar miles de millones de dosis en el próximo año” e instó a Biden a trabajar con otros para lograr la suspensión temporal de derechos de propiedad intelectual en la Organización Mundial de Comercio.
El sindicato nacional de enfermeras, NNU, de Estados Unidos deploró que “la respuesta global al Covid-19 sigue fallando a millones de personas en países de ingresos bajos y medios… la dramática falta de acceso a vacunas, pruebas, herramientas diagnósticas, y tratamientos en estados en el sur global es inaceptable y peligroso”, declaró la presidenta del sindicato Deborah Burger. Exigió que Biden amplíe la producción y distribución de dosis para otros países y emprenda acciones urgentes para suspender las patentes.
Mientras, el ministro de Salud de Brasil, que acompaña en Nueva York a su presidente Jair Bolsonaro, campeón mundial antivacunas y antimedidas de mitigación del Covid, en la ONU informó que dio positivo al coronavirus el martes. El funcionario quedó en cuarentena en Nueva York por dos semanas.
Como resultado él y el resto de la delegación brasileña, supuestamente, aceptaron ponerse en cuarentena a su regreso ayer a Brasil. Sus contactos, incluso con el premier británico Boris Johnson, y otros líderes en reuniones y encuentros aquí están siendo rastreados. Bolsonaro ya había provocado la ira de autoridades de la ONU y de Nueva York al rehusar cumplir con los protocolos para proteger a estas comunidades.