Se trata de un momento histórico –que va desde los discursos presidenciales de Andrés Manuel López Obrador y de Miguel Díaz-Canel presidente de la República de Cuba, que antecedieron al magno desfile militar del 16 de septiembre, hasta la inauguración y clausura de la Celac– que requiere de atención especial. Lo que escuchamos en esta conmemoración del Grito fueron reflexiones de excepcional peso humano, ético y político, con valiosas precisiones.
Díaz-Canel se refirió al recrudecimiento de la unilateral e ilegal guerra económica y política de EU contra Cuba de poco más de seis décadas. Fue contundente sobre la intensificación del bloqueo con más de 240 “sanciones económicas”, todo un “castigo colectivo” que ya costó 40 mil bajas en Venezuela en 2017 el primer año de Trump.
Biden se lanzó contra la población cubana en medio de la debacle del Covid-19, un crimen de lesa humanidad, usado por los nazis contra la resistencia (googlear: sanciones económicas como castigo colectivo: el caso de Venezuela cepr.net en español sin costo.) En la versión de 2019 se indica que “más de 300 mil personas estaban en riesgo debido a la falta de acceso a medicamentos o tratamiento incluyendo un estimado de 80 mil personas con VIH que no han recibido tratamiento antirretroviral desde 2017, 16 mil personas que necesitan diálisis, 16 mil personas con cáncer y 4 millones con diabetes e hipertensión… que “no pueden obtener insulina o medicina para tratamientos cardiovasculares”, las sanciones de 2019 “fueron mucho más severas… son una sentencia de muerte para decenas de miles de venezolanos”.
En el Zócalo, el presidente de México llamó “respetuosamente al gobierno de EU a levantar el bloqueo contra Cuba, porque ningún Estado tiene derecho a someter a otro pueblo, a otro país.” Dijo que “se ve mal” que EU “impida el bienestar del pueblo de Cuba… para obligarlo por la necesidad a enfrentarse a su propio gobierno” y agregó que “aun si esta perversa estrategia lograse tener éxito, se convertiría en un triunfo pírrico, vil y canallesco, en una mancha de esas que no se borran ni con toda el agua de los océanos.” Esa fraternidad ya está en registros y memorias, pero el castigo colectivo es asunto para la Corte Penal Internacional (CPI), excepto que en el mundo de las “reglas” y “normas” hegemónicas de EU y Bush Jr a principios de siglo, así como Trump en fechas recientes, amenazaron a jueces y abogados de la CPI que osen levantar juicios a EU o a sus ciudadanos negándoles visa a EU; confiscando sus fondos o cuentas y con abiertas amenazas bélicas.
¿Se vale amenazar a las cortes internacionales de justicia y prescindir del derecho internacional como política de Estado; bombardeando poblaciones y aplicando sanciones económicas?
Lo pregunto por lo necesario que es tener a la Unión Europea como guía, y evitar precipitaciones en la Celac. Se logró mucho en la sexta cumbre gracias al gran esfuerzo presidencial, del canciller Ebrard y de cientos de trabajadores y funcionarios. Pero todavía faltan elementos vitales: un banco central, una moneda y un extenso y largo periodo para federalizar lo que sea necesario en función del interés público nacional de cada integrante, o ¿vamos a seguir bajo la condicionalidad acreedora de instituciones que articulan el interés privado nacional de EU: el FMI, el BID y el Banco Mundial, cuyos sistemas de votación los dominaWashington y están bajo línea del Departamento del Tesoro?
El reingreso de un unilateralismo agresivo que EU desató en los años 80 del siglo pasado es asunto que requiere atención y análisis. Desde inicios del siglo regresa con agresividad hacia categorías sociales bien detectadas en la Alemania de los años 30s por Richard Evans en The Third Reich in Power 1933-1939. Es la agresividad de los campos de concentración y cárceles, de Guantánamo a Abu Graib y las agresiones bélicas unilaterales presentes en la compleja madeja que desató la Segunda Guerra Mundial.
El unilateralismo se extiende a otras esferas de la política exterior observándose como si la oligarquía de EU quisiera congelar en el tiempo el disfrute del “momento monopolar”, el desplome de la URSS que tanto gozó, impactando hasta las profundidades del inconsciente colectivo de esa clase gobernante por una suerte de congelamiento en el tiempo de dicha “monopolaridad”.
Es desde ese momento ya desvanecido que se empiezan sentir expresiones en personajes de la vida política y pública de la potencia norteña, de crítica y rechazo con el sistema ONU.
John Bellamy Foster indica que, según lkemberry, la “estrategia hegemónica más efectiva sería utilizar el momento unipolar para establecer un orden internacional basado en reglas, asegurando la dominación a largo plazo de EU y el Oeste, como un fait accompli que llegaría lejos, aun ante una eventual declinación de EU” (citado en Foster,op cit). (continuará).
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