Jefita: hoy, 22 de septiembre, es tu cumpleaños. De pequeña, al soplar las velas del pastel, rogaba poder abrazarte. Te pensaba estudiando lejos, hasta que me confesaron que eras presa política. No comprendí qué era. Te imaginé prisionera en una cárcel como las de las películas, en la que los policías no tenían cara.
La esperanza de visitarte duró hasta mi adolescencia, pero nunca te trasladaron a una cárcel normal ni te liberaron ni te conocí. Desde que fuiste detenida y desaparecida el 5 de enero de 1978 por pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre, mi tía Martha y mi abuela te buscaron de manera errática.
Estudié derecho para hallarte. En 2002, tu madre Alicia, tu hermana Martha y yo, acompañadas por el Centro Prodh, denunciamos penalmente tu desaparición ante la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp).
Durante los siguientes años revisamos una y otra vez el fondo documental de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Lloramos al ver tu fotografía detenida. Leímos tu interrogatorio en el Campo Militar número 1, imaginándote herida. Nos aprendimos las declaraciones de tus compañeros Mario Álvaro Cartagena López, Amanda Arciniega Cano y Alfredo Medina Vizcaíno, quienes te vieron o escucharon en sedes militares entre 1978 y 1980. Insistimos a la Femospp que rindieran cuentas quienes te detuvieron, te torturaron y te han mantenido desaparecida. Pero el Estado no estuvo a la altura y prevaleció la amnistía de facto.
Los encuentros con posibles responsables de tu desaparición y la de tus compañeros han ocurrido por la búsqueda de nuestras familias. Así conocí a dos militares que parecían buenos, pero que participaron en la contrainsurgencia. Traté al general Luis Montiel López, encargado de la quinta Zona Militar en Chihuahua hasta 1994. Años después me enteré de que colaboró con Mario Acosta Chaparro y Francisco Quirós Hermosillo en Guerrero. ¿Por qué no lo supe entonces, para preguntarle sobre tu traslado a la base aérea de Pie de la Cuesta en mayo de 1978?
El otro militar fue el médico Juan Altamirano Pérez, quien declaró a la CNDH que atendió un parto tuyo en la prisión de Santa Martha Acatitla después de 1978. Platiqué con él en 2002 y concluí que mentía. No hay indicios de que hayas permanecido en una prisión pública ni de que estuvieras embarazada. Luego supimos que trabajó para Arturo Durazo Moreno y lo llamaban Doctor Muerte. Sus declaraciones pueden haber sido una estrategia de distracción.
Lamento que en esos encuentros no supiera quiénes eran mis interlocutores. Por ello estudié historia, intentando comprender el rompecabezas en que se convirtió nuestra vida.
A 19 años de la denuncia hemos localizado a agentes involucrados en tu detención, interrogatorios y traslados. Pese a sus esfuerzos para permanecer en las sombras, logramos que la FGR los cite a declarar.
El primero fue citado el 22 de julio. El ex agente –estatura y complexión regular, setenta y tantos años, ropa de marca– estaba sentado con ojos de desconcierto. Como en mis fantasías, parecía no tener rostro.
Al verlo, la Lichita que deseó visitarte en la cárcel me tomó la mano, nerviosa. La consolé: “es una cita impostergable con uno de los que posiblemente se llevaron a mamá”.
Estuvimos cara a cara ocho horas. Agradecí su asistencia y pedí colaboración para esclarecer tu paradero.
En el interrogatorio, estalló defendiendo el honor de su institución, cuestionando por qué les consideramos “culpables de todo”. ¿Cómo no pensarlo?, respondí, cuando en informes con sus firmas comunicaron a sus superiores cuando detenían, interrogaban o ejecutaban a alguno de ustedes, jefita. ¿Cómo no pensar que saben su paradero? Sigue pensándose patriota e impune. No toleraba que nos refiriéramos a ustedes como víctimas de graves violaciones a derechos humanos.
El ex agente rompió el juramento de conducirse con la verdad: negó sus funciones en la DFS e insistió en que nada supo de la guerra sucia. Lo que desconocía, jefita, es que, aunque mienta, nos sobra perseverancia.
Pese al ocaso de la DFS, los pactos de silencio persisten, pero insistiremos en que rindan cuentas. Es posible, como en otros países, que la proximidad de su muerte, la conciencia del daño causado en la reserva de mínima humanidad que tengan o el mensaje que generan medidas como la decisión de revisar el periodo con una comisión de la verdad influyan en que algún perpetrador rompa el silencio. Es nuestra obligación intentarlo y no cejaremos.
Hoy celebraremos tus 69 años. Pediré el deseo de siempre: encontrarte. Por ti y por la Lichita que te esperó siempre.