El ilustre politólogo Perogrullo sostiene que cuando la salud se siente hostigada por un virus mortal, la estabilidad laboral tambalea, la desocupación crece exponencialmente, la inflación se descontrola, el dinero escasea y la pobreza o el hambre castigan a la mitad de la sociedad, conviene revisar las causas profundas del drama.
Tal fue el contundente mensaje que los argentinos transmitieron en las recientes “elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias” (Paso), pensadas para habilitar a los partidos que el 14 de noviembre competirán en las elecciones para renovar las bancas de diputados y senadores.
¿“Mensaje” o clamor? Da igual. Agrupadas en Juntos por el Cambio (JxC), las derechas lograron asestar un duro golpe a la coalición del Frente de Todos (FdT, peronista), liderado por el presidente Alberto Fernández y la vice Cristina Fernández de Kirchner. En todo caso, un golpe similar al recibido por el mafioso neoliberal Mauricio Macri, en las primarias de 2019.
Números redondos: con un padrón electoral de 22.7 millones, JxC cosechó 8.3 millones de votos (41.5 por ciento) y el FdT 6.7 millones (31.8), seguidos por el clasista Frente de Izquierda, con 1.6 millones (7.58); la extrema derecha Avanza Libertad, con 1.5 millones (7.41 por ciento); el antikirchnerista Peronismo Federal, con 1.2 millones, y partidos menores, 1.3 millones de votos.
Datos a considerar: 1) sin excepción, todas las encuestadoras y expertos erraron en sus previsiones; 2) las derechas quedaron boquiabiertas con el resultado en su favor en todo el país, y las izquierdas recibieron terapia intensiva; 3) en las Paso de 2017 votó 72.3 por ciento del padrón, y esta vez poco más de 67 por ciento. O lo que es igual: en un país hiperpolitizado, 7.5 millones de ciudadanos se abstuvieron de votar, quedándose en casa.
¿Desencanto masivo con la política y los políticos o desconocimiento y objeción de buena parte de los principales candidatos? ¿Apatía por la restricción sanitaria a causa del Covid que en año y medio se llevó 115 mil vidas, con cientos de miles de contagiados y 3.5 millones de niños descolarizados? ¿Bronca y frustración debidas al estilo bonachón y sin fibra de un presidente que presume de ser “peronista, nacional y popular”?
Tras la derrota, el uruguayo Aram Ahronian (fundador de Telesur, que reside en Buenos Aires), escribió: “El pueblo castiga: el peronismo obtuvo 31 por ciento de los votos, uno de los peores resultados de su historia, sin que hubiera desprendimientos que explicaran una fuga tan grande de votos, anclado en la gestión deficiente, las consecuencias de la pandemia y la imagen deteriorada del presidente”.
Sigue: “La pandemia desembarcó en el país en uno de los peores momentos de su historia económica, después de la pobreza, la destrucción de los cuatro años de los grupos económicos y el FMI, con multiplicación de la indigencia y la desocupación. Y para peor, una campaña electoral descafeinada, siguiendo directivas de imagen y de los focus group, sin gente. Y el peronismo sin calle, no es lo mismo”.
Así las cosas, el jueves 16 Cristina sacó el látigo y Alberto se cubrió la cabeza: “Como no soy mentirosa y mucho menos hipócrita (nunca digo en público lo que no sostengo en privado y viceversa), debo mencionar que durante el año 2021 tuve 19 reuniones de trabajo en Olivos con el presidente de la nación […].”
Sigue: “[…] Señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por tanto, en el conjunto de la sociedad […]. No lo dije una vez…me cansé de decirlo […]. La respuesta siempre fue que no era así, que estaba equivocada y que, de acuerdo con las encuestas, íbamos a ganar ‘muy bien’ las elecciones. Mi respuesta, invariablemente, era ‘no leo encuestas… leo economía y política y trato de ver la realidad’”.
A pesar de la frontalidad y dureza, la extensa misiva de Cristina termina con un firme llamado a la defensa de la institucionalidad: “Sólo le pido al presidente […] que honre la voluntad del pueblo argentino”. Y es que la eventual ruptura entre un gobernante autopersuadido de ser una suerte de “Felipe González rioplatense” y la lideresa indiscutida del pueblo argentino sería fatal para el país.
Del testimonio de una fiscal de mesa en la provincia de Buenos Aires, bastión del peronismo donde el FdT perdió las Paso (aunque la “verdad verdadera” se conocerá en las legislativas de noviembre). En la fila, cuatro señoras humildes. La primera entra al cuarto oscuro y, minutos después, sale del recinto y se dirige a los fiscales: “No encuentro a Cristina”. Por obvias razones, los fiscales callan. La señora insiste: “¿Dónde está Cristina?” Un joven se acerca, susurrándole al oído: “Cristina no es candidata”. La señora responde: “¿Que no es candidata?” Y las tres que la acompañaban, exclaman al unísono: “¡Ah! ¡Si Cristina no es candidata, nos vamos!”
En otras épocas se decía: “vox populi, vox Dei”.