Nueva York. En su primer discurso como presidente ante el máximo foro mundial de gobiernos, Joe Biden proclamó que Estados Unidos ha concluido el periodo de “guerra incesante y estamos abriendo una nueva era de diplomacia incesante”, resaltó la cooperación internacional y el multilateralismo como la respuesta a los desafíos mundiales –marcando el claro contraste con su antecesor–, pero también dejó claro que su país sigue siendo el líder del mundo.
“Por primera vez Estados Unidos no está en guerra”, festejó Biden –aunque de inmediato críticos señalaron que Washington continúa operaciones bélicas en Irak y Siria y otras acciones de guerra en varios puntos del planeta– y afirmó que el poder militar “debe ser nuestro instrumento de último recurso, no el primero. No debería ser usado como la respuesta a cada problema” e incluso que no ayuda a combatir pandemias y otros retos trasnacionales.
Reiteró su consigna de que Estados Unidos “está de vuelta” en el ámbito multilateral, dando como ejemplo el retorno de su gobierno como miembro activo de la ONU, la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo de París sobre cambio climático, los esfuerzos multilaterales para rescatar los acuerdos antinucleares con Irán y en la península coreana, así como revitalizando viejas alianzas como la OTAN.
Pero, aseguró: “seremos el líder, sobre todo ante los grandes desafíos de nuestro tiempo: Covid-19, clima, paz, seguridad, dignidad y derechos humanos. Pero no lo haremos solos. Seremos líderes junto con nuestros aliados y socios y en cooperación con todos los que creen, como nosotros, que está dentro de nuestro poder enfrentar esos desafíos…”
Después de críticas del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y otros sobre la creciente tensión entre Estados Unidos y China, afirmó: “no estamos buscando una nueva guerra fría o un mundo dividido en bloques rígidos”.
Subrayó que al redoblar el poder de la diplomacia, se regresa a la posición de los dos estados como solución a largo plazo en el conflicto entre Israel y el pueblo palestino, y la necesidad de esfuerzos para resolver otros conflictos regionales y frenar sus costos humanitarios.
A la vez, sostuvo que los principios democráticos son el fundamento de la política estadunidense e identificó el “autoritarismo” como amenaza mayor. Eso implica, explicó, defender los derechos de las mujeres, las minorías raciales y étnicas, y de los gays, entre otros. “El autoritarismo podría tratar de proclamar el fin de la era de la democracia. La verdad es que el mundo democrático está en todas partes. Vive en los activistas anticorrupción, los defensores de derechos humanos, los periodistas, los manifestantes por la paz” de todo el mundo, y fue en este contexto que mencionó a Cuba y Venezuela.
Biden se comprometió a contribuir con más fondos a los esfuerzos globales contra la pandemia, recordando que ya se han enviado más de 160 millones de vacunas a 100 países, pero no abordó el tema de anular o suspender las patentes farmacéuticas que impiden hasta ahora la producción y acceso universal a los antivirales. Indicó que anunciará más iniciativas el miércoles en la Cumbre de Covid-19 a la cual convocó en Washington.
También mencionó que buscará duplicar la asistencia financiera internacional de Estados Unidos a 11 mil millones de dólares anuales para ayudar a que países en desarrollo puedan abordar el cambio climático y anunció un compromiso de 10 mil millones para la reducción del hambre en el mundo.
Calificó la corrupción de “amenaza a la seguridad nacional en el siglo XXI”, y subrayó la necesidad de revertir la desigualdad económica y combatir la impunidad.
Pero todo esto ocurrió en un contexto de problemas diplomáticos que ahora enfrenta la Casa Blanca, desde la disputa sorprendente y mal manejada con Francia, al retiro caótico de Afganistán poco coordinado con otros países “aliados”, así como problemas para abordar el tema migratorio, y críticas a la aportación estadunidense al esfuerzo global sobre la pandemia, entre otros.
Al final fue aplaudido en la gran sala de la Asamblea General, pero no hubo una ovación de los miembros de la ONU, aunque quedaba muy claro que buena parte de los presentes estaban muy agradecidos de que no fuera su antecesor.