El escritor francés Roland Barthes se refirió a la lucha libre como una representación del dolor. Porque cuando se habla de la realidad de este espectáculo, nada lo define mejor, tal como lo enunció también el gladiador integrante de una dinastía histórica en los cuadriláteros mexicanos: Villano V júnior.
“Lucha libre significa dolor. Dolor en el cuerpo. Dolor que impide hacer la vida diaria. Pero también un dolor en el alma. Dolores que sólo carga quien los padece en la soledad”, enuncia el Villano, pero lo refrendan sus colegas, mujeres y hombres que lo acompañan para exponer la difícil situación que arrastra un gremio muy maltratado y que en la era de la pandemia ha tocado fondo.
Cuerpos lastimados que al final no quedarán bien, trabajadores explotados por empresarios voraces, precarización laboral y salarial, la vida al filo del peligro, no como metáfora, sino como una realidad cotidiana, y cuyo único destino es el olvido; todo esto los vincula, los hace compañeros del mismo dolor, el de la lucha libre.
Convocados por Sofía Alonso, bisnieta del histórico empresario de la lucha Salvador Lutteroth, emprenden un proyecto que busca revertir tantas décadas de fragilidad laboral y social. Acercarse a autoridades de todos los niveles, legisladores y empresarios para mejo-rar las condiciones de los trabajadores de la lucha libre, actividad que ayer celebró su Día Nacional.
“La mayoría se retiran en condiciones lamentables en varios sentidos”, expone Sofía Alonso; “sin posibilidades de ahorro para el retiro, se van sólo con una bolsa que reúnen sus compañeros. Sólo eso después de toda una vida dedicada a la lucha, no tendrán más que lo que regalen sus colegas. Por eso dijo la gran luchadora Lola González: “No existe un medio más brutal para vivir que la lucha”.
Si el oficio ya era de por sí sufrido, la pandemia de Covid ha llevado a los trabajadores del cuadrilátero a vivir en situaciones límite. La gladiadora Quimera, la fantasía demoniaca, resume que no son sino obreros de un espectáculo.
“Trabajamos a destajo. Si no hay funciones, no ganas ni un peso”, resume Quimera; “tengo un taller donde hacemos máscaras y equipo, pero si mis compañeros también dejaron de trabajar, no lo necesitan, entonces, no hay adónde voltear. Pagar nuestras cuentas médicas significa dejar a la familia sin comer”.