Buenos Aires., En un antiguo patio del tradicional barrio de San Telmo, se escuchan los primeros acordes de un tango y varias parejas salen a la pista. Una milonga de Buenos Aires comienza a recuperar el abrazo tanguero tras 18 meses de abstinencia por la pandemia.
“Hoy se vuelve al tango. Está relacionado con que descendieron los contagios, la mayoría estamos vacunados, el mundo está como volviendo a respirar. Volver al tango es de alguna manera empezar a aproximarnos a la normalidad, aunque aún estamos muy lejos”, dijo a Orlando Espósito, uno de los que no quisieron perderse la reapertura de la Milonga Parakultural.
A sus 75 años, Espósito es relativamente novato en esta danza. Hace apenas siete años que comenzó a tomar clases, desafiado por un amigo que lo llevó a distintas milongas de Buenos Aires. Fue allí que conoció a María Cristina, y el abrazo tanguero se transformó en matrimonio además de pareja de danza.
Son dos de los 125 bailarines que reservaron un lugar para participar de la reapertura de la milonga trasladada al patio de un edificio jesuita del siglo XVIII y hoy alberga el Centro Cultural Mercedes Sosa, en homenaje a la fallecida cantora argentina.
“En el periodo de aprendizaje uno piensa mucho en los pasos y en las combinaciones pero llega un momento en que eso se deja de lado y el tango es la música, el ritmo, los silencios. Es el único baile del mundo en el que uno puede estar parado sin moverse y estar bailando”, explicó.
En la noche estrellada y fresca del final del invierno austral, suena una orquesta en vivo. Es un plus que ofrece esta milonga en la que se cruzan músicos y bailarines, profesionales con amateurs.
“Uno siente un acorde, una nota de un bandoneón y sabe que es un tango. Están las letras, los ritmos, el tango es toda la escenografía de la vida de uno, la vida de Buenos Aires”, expuso Espósito.
Mar de abrazos
“Milonga, mar de abrazos. Milonga, escultora de formas que duran lo que dura un tango”, invita el portal de la Milonga Parakultural.
Mentor del Parakultural, un icónico reducto de la cultura under de Buenos Aires de los 80, Omar Viola consideró que esta milonga “es una manera de sanear todo, una forma saludable del encuentro y del diálogo no solamente de la palabra, sino del abrazo, del intercambio”.
Para el rencuentro, casi en paralelo con la realización del Mundial de Tango, Viola eligió este espacio a cielo abierto que le permite respetar las medidas anticovid, en tanto un centenar de milongas en espacios cerrados de Buenos Aires se alistan para reabrir sus puertas, cerradas por la pandemia desde el 11 de marzo de 2020.
En la milonga se sale a la pista con diferentes personas. Los más codiciados son los que mejor bailan, más allá de la edad y el físico. Ahora el protocolo por el coronavirus impide el intercambio de parejas y le quita parte de su magia.
“La milonga es el lugar donde las parejas se encuentran a bailar, está la música y la poesía. Es el aquí y ahora, si no fuera por la milonga, el tango estaría guardado en la conserva cultural. El género musical folclórico rioplatense congrega a la gente, junta a quienes bailan. Es el lugar del abrazo, de la improvisación, del juego, del eros”, afirmó Viola.
A bailar
Mariana Diez, una pianista de 53 años, se cambia los zapatos de calle por unos de tacones altos, casi imprescindibles para deslizar los pies en la danza que la espera.
Afirmó que añoró doblemente la milonga durante la pandemia porque no sólo la privó de bailar, algo que disfruta hace tres décadas, sino que tampoco pudo tocar junto a la Orquesta Color Tango, de la que es parte desde 2009.
“Estaba esperando este momento, estoy emocionada, es un momento de encuentro, es lo que más extraño de la milonga, juntarme con la gente, y estar rodeada así, del calor humano, después de tanto tiempo de estar encerrada”, afirmó.
Confía en que, “a partir de ahora, vamos a bailar. Esperemos que haya más milongas, más movimiento cultural, espero que sí”.