La volatilidad es lo que define las finanzas y los negocios mundiales en estos momentos. No hay certidumbre alguna sobre la evolución económica a lo largo de los próximos años, ya que hay muchas variables que pueden cambiar de la noche a la mañana y ocasionar una fuerte recesión a nivel internacional.
Por un lado, tenemos el problema de la pandemia que no se ha superado. Para proteger a los ciudadanos, diversos países cambian las reglas constantemente. Por momentos abren las fronteras, luego restringen la movilidad, exigen vacunas y pruebas y después cierran sus puertas de manera arbitraria, como si el encierro protegiera contra la difusión del virus. Además, no se descarta que nuevas cepas puedan resultar más infecciosas, lo que afectaría a la producción y al consumo.
Por el lado de la economía, el incremento de la inflación representa un riesgo, sobre todo por el gasto excesivo de los gobiernos de los países avanzados para estimular el consumo. Hay una gran liquidez en el mundo, superior al aumento de la producción de bienes y servicios; además, se presentan cuellos de botella en los mercados de hidrocarburos, de chips y de diversas materias primas, lo que presiona a los precios.
En el caso de las finanzas internacionales se mantienen tasas de interés históricamente reducidas que en términos reales están por debajo de la inflación, lo que se traduce en pérdida de capital. En consecuencia, el costo del dinero se incrementará paulatinamente y afectará a familias y empresas endeudadas.
Otro elemento negativo es la endeble situación financiera de grandes empresas globales, particularmente en China. Hace unos días se dio a conocer la crisis de Evergrande, una gran desarrolladora de bienes raíces que está a punto de quebrar si no la rescata algún grupo privado o recibe recursos del gobierno. Esta situación se suma a los mayores controles que ejerce Pekín sobre grandes empresas tecnológicas, proceso que ha traído un fuerte ajuste en los mercados de valores asiáticos. Por ejemplo, ayer la bolsa de Hong Kong cayó cerca de 3.5%.
En la globalización actual no hay país que se pueda desligar de estos fenómenos de gran volatilidad. Si una ficha del dominó se derrumba, generará graves problemas y posiblemente una contracción en la economía internacional.