Escalofriante, por decir lo menos, resulta la información publicada ayer en La Jornada: el monto por pago de intereses del “rescate bancario” (Fobaproa-Ipab) rebasó la deuda inicial, es decir, la que ilegalmente autorizó el entonces inquilino de Los Pinos, Ernesto Zedillo, quien, sin más, endilgó a los mexicanos (no a los banqueros) el costo de la carnicería financiera que hicieron los amigos del régimen, entre ellos algunos de los que hoy impunemente gozan la marquesina de Forbes.
La información (Dora Villanueva) refiere que: “tras más de 20 años los intereses del rescate bancario han resultado en pagos que a la fecha superan la deuda original. Según cifras oficiales (…) el acumulado rebasa 1.4 billones de pesos; sólo para el próximo año exigirán un presupuesto similar al de la secretarías de Marina, de Energía o de Medio Ambiente y Recursos Naturales… Datos de la Secretaría de Hacienda muestran que, a julio de 2021 los requerimientos del programa de apoyo a deudores y los pasivos del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (Ipab)sumaron un billón 21 mil 471 millones de pesos a precios actuales… Los trabajadores y contribuyentes menores de 30 años tienen enfrente toda su vida laboral para pagar el saldo del rescate bancario, lacrado como deuda pública el 12 de diciembre de 1998, cuando muchos de ellos, o no habían nacido o tenían menos de siete años. Tras simular debate, la mayoría del grupo parlamentario del PAN, partido entonces encabezado por Felipe Calderón, respaldó al PRI para endosar a las finanzas públicas el manejo de la banca en la primera mitad de los años 90”.
Un cuarto de siglo pagando cuentas ajenas y los mexicanos lo seguirán haciendo hasta el año 2070 (cuando menos), porque –más allá de la impunidad con la que se ha manejado y de tratarse de un barril sin fondo– nadie quiere meterse en este escandaloso asunto, por ser un tema políticamente tabú (no vaya a ser que al-gún barón se ofenda, porque se corre el riesgo de que financie campañas electorales), por mucho que año tras año sangre al erario y, desde luego, a los mexicanos que lo alimentan, mientras los bancos que operan en el país no han dejado de hincharse de utilidades.
Desde 1995, cuando se conoció a detalle la carnicería financiera practicada por los amigos del régimen, PRI y PAN se tomaron de la mano para proteger esos intereses, sin importarles lo que a los mexicanos les significaría. Con la cara más dura que una piedra, en enero de ese año el entonces gobernador del Banco de México, Miguel Mancera Aguayo, dijo sin sonrojarse que, “sólo en caso de necesitarse”, el “apoyo temporal” del erario, vía Fobaproa, “no rebasará los 50 millones de dólares”.
Un año después, en su segundo informe de gobierno, Ernesto Zedillo aseguró que, para el “rescate” bancario, “se han comprometido recursos fiscales estimados en más de 180 mil millones de pesos, que se irán erogando a lo largo de varios años”, pero el hecho es que a la hora de “legalizar” la deuda del Fobaproa (12 de diciembre de 1998) y traspasarla al Ipab (lo mismo, pero con otra careta) el saldo ascendía a 552 mil millones, tres veces más de lo reconocido por aquel personaje.
A partir de la “legalización” de esa deuda, los mexicanos han pagado alrededor de 61 mil millones de pesos al año, como promedio (el billón 400 mil millones en intereses que se cita lí-neas arriba), y a pesar de ello aún adeudan (por cortesía de los prianistas) poco más de un billón, en números cerrados (cifra al cierre de junio pa-sado). Sirva ese tétrico balance para compararlo con los “logros” de la banca que opera en el país:en el mismo periodo (de la “legalización” de la deuda por el “rescate” bancario) las instituciones financieras que han hecho de México su paraíso han acumulado utilidades netas por más de un billón 800 mil millones de pesos, y contando.
Por la crisis bancaria de 1995, ¿cuántos mexicanos perdieron, casas, negocios, vehículos, etcétera, etcétera? Millones. A la par, ¿cuántos bancos desaparecieron? Ninguno, porque todos fueron absorbidos por las trasnacionales financieras (como BBVA, Santander, Scotiabank y Citibank), mientras el costo se lo endilgaron a los mismos que perdieron lo descrito, porque el Fobaproa-Ipab se implementó no para rescatar a los deudores, sino a los banqueros.
Las rebanadas del pastel
Sólo les faltó cantar Cara al Sol: a Ricardo Salinas Pliego le dio por reunir y financiar a la derecha de la derecha con el pretexto de presentar una “serie documental” sobre la vida de Mario Vargas Llosa, el promonárquico al que le gusta hablar de democracia y alucina a México, pero que rápido llega a nuestro país si de obtener dinero se trata. La “producción ejecutiva” del esperpento (“una conversación íntima entre padre e hijo”) está a cargo del mayordomo del propio empresario, Sergio Sarmiento.