El Monterrey se alzó con su tercer título, al vencer 2-1 (global de 6-4) a un pasmado Cruz Azul que fue incapaz de remontar un marcador adverso, se ahogó en la impotencia de sus tibios esfuerzos y debió conformarse con otro subcampeonato. Los Rayados, flamantes monarcas del torneo Apertura 2009, lograron este cetro con la inspiración de Aldo de Nigris y guiados por el resurgido Rey Midas Víctor Manuel Vucetich, quien se convirtió en el segundo técnico mexicano en ganar cuatro títulos con diferentes equipos.
El primer tiempo estuvo lejos de tener el sabor y la pasión de una final. Lo máximo que consiguió La Máquina fue estrellar dos veces el balón en el travesaño de la meta defendida por Jonathan Orozco; primero con un disparo de César Villaluz, y después un trallazo de Fausto Pinto. El tiro de Villaluz buscó sorprender apenas al minuto dos, después de que Walter Ayoví cometió una dura falta sobre Rogelio Chávez.
Los equipos saltaron a la cancha con los nervios a flor de piel, pero el Monterrey apostó por defenderse, se parapetó en su reducto y se conformó con realizar esporádicos contragolpes.
Luego de observar la poca imaginación de sus compañeros atacantes, Pinto probó suerte con un disparo de larga distancia que estuvo muy cerca del gol; al minuto siguiente (18), Jaime Lozano desbordó por la izquierda y centró para Emanuel Villa, cuyo cabezazo arrancó alaridos de decepción porque se escurrió por un costado.
Al minuto 32, Villaluz recibió cartón amarillo al caer dentro del área, luego de recibir una falta, pero el árbitro Marco Antonio Rodríguez no observó la infracción que había sido fuera.
Los pases laterales e intrascendentes comenzaron a ser constantes en las filas azules, donde siempre buscaban al capitán Gerardo Torrado, como si fuera un creativo, siendo que es contención. En el gris esquema local jamás apareció el hombre con capacidad para desequilibrar.
A los 35 de acción el técnico local, Enrique Meza, puso a la gente de banca a calentar, pero no se decidió a realizar cambios antes del descanso, periodo que aprovecharon los aficionados para explotar con el clásico “¡sí, se puede, sí se puede!” Sin embargo, la noche se vino encima para los Cementeros a los pocos minutos de la reanudación.
La Máquina se mantuvo lejos de sus mejores tardes y los minutos siguieron escurriéndose hasta que al 54 Humberto Chupete Suazo pisó el área rival, dio pase hacia segundo poste, donde arribó Aldo de Nigris, a quien ningún daño le hizo la floja marca de Melvin Brown, pues el atacante regio clavó letal cabezazo que no alcanzó el portero José de Jesús Corona e hizo enmudecer al graderío.
Mientras en la cabecera poblada por la afición regia todo era explosión y fiesta, El Ojitos Meza apuró cambios: ingresó a Javier Orozco, Emilio Hernández y Alejandro Castro, ahora con la obligación de meter dos goles con la esperanza de forzar a los tiempos extras, pero el Monterrey jugó todavía más con la desesperación de La Máquina.
Los seguidores cementeros, veleidosos, se dividieron; muchos se hundieron en la tristeza, mientras otros sacaron el coraje dando la espalda a su equipo y empezaron a corear oles en favor de los visitantes, más aún tras un envío de Suazo que Corona alcanzó a desviar. Todo era desolación hasta que el gol de Alejandro Castro, al minuto 77, unió de nuevo a los azules en la ilusión del título.
Lozano cobró un tiro de esquina por el lado derecho, al centro estuvo atento Castro, quien dio gran salto y con buena técnica cabeceó para poner el esférico lejos del alcance de Orozco. Apareció otra vez el grito de “¡Azul, Azul!”, y el impulso tuvo respuesta, porque los Cementeros mantuvieron su ataque, pero la falta de puntería apareció de nuevo con toda su fatalidad cuando Chuletita Orozco cruzó de más un remate que pasó muy cerca del poste, y todo se congeló en dramático alarido.
Vucetich, estratega visitante, sacó a relucir la experiencia y para contener los bríos desenfrenados de La Máquina realizó un par de cambios: metió a Felipe Baloy y a Jesús Zavala.
Rayados clavó la puntilla al desdibujado Cruz Azul, cuando al minuto 89 Suazo recibió un largo servicio, encaró al portero Corona y colocó con maestría y en cámara lenta el 2-1 para asegurar la corona.