El 31 de agosto de 1981 nace el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) con un objetivo claro: atender al elevado número de personas de 15 años y más analfabetas o con primaria o secundaria inconclusa.
El desafío no era menor. En 1980, México contaba con 37.9 millones de habitantes mayores de 15 años, de los que 66.2 por ciento, es decir, 25 millones, de acuerdo con cifras oficiales, no habían concluido su educación básica y 6.4 millones eran analfabetos. Cuatro décadas después, 4 millones 400 mil 675 de connacionales no saben leer ni escribir.
Retraso académico y marginación
El Censo de Población y Vivienda 2020, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), reporta 28 millones 58 mil 183 mexicanos en rezago educativo: 4.4 millones que no saben leer ni escribir; 8 millones 63 mil 72 que no han concluido su primaria y 15 millones 594 mil 436 con secundaria inconclusa.
La población con educación básica trunca representa 29.6 por ciento de los 94 millones 906 mil personas de 15 años y más. Cifra poco menor a los 29.7 millones de habitantes en rezago educativo reportados en 1990, y que representaban 59.9 por ciento de los mexicanos de ese rango de edad.
El INEA, además, debe asistir principalmente en entidades con los mayores niveles de pobreza: en Chiapas, 47.7 por ciento de su población mayor de 15 años tiene rezago educativo; en Oaxaca, 43.7 por ciento; Guerrero, 42.5; Michoacán, 42.2; y Veracruz, 39.6 por ciento.
Cuenta con 2 mil 583 plazas comunitarias y 67 mil 931 círculos de estudio, además de 26 institutos estatales y seis unidades operativas.