Las Ciénegas del Alto Lerma, uno de los humedales que aún existen en el país, enfrenta un proceso de desaparición que no sólo afectaría la capacidad de ciudades como las de México y Toluca de abastecerse de agua dulce y de regular el clima de la zona, sino que dejaría a la región entera aún más expuesta a las lluvias torrenciales e inundaciones que genera el cambio climático.
Las lagunas y otros cuerpos de agua de esta área natural protegida han resistido décadas de intentos de desecación, proyectos de urbanización y contaminación por actividades humanas, sin embargo, actualmente ocupan menos de 10 por ciento de la superficie que alguna vez tuvieron y su capacidad de autorregeneración cada vez es más difícil, advierten investigadores y vecinos de esta zona del estado de México.
A las afueras del pueblo de San Pedro Tultepec, situado a menos de una hora del poniente de la capital del país, existe un sitio donde es posible imaginar cómo era el valle de México en tiempos prehispánicos.
Se trata de la laguna de Chimaliapan, un espejo de agua donde aún se escuchan los gorjeos de las aves que siguen ocupando la zona para anidar. Aquí, el tiempo parece correr más despacio y la ausencia de ruido genera una sensación de paz difícil de encontrar en las ciudades.
De pronto en el cielo se ve pasar un grupo de cinco o seis patos, aunque su presencia es una buena señal, se trata apenas de una muestra de las parvadas de miles de aves que, en otros tiempos, llegaban incluso a tapar el Sol por un momento, cuenta el geógrafo Paulino Osorio durante un recorrido hecho por La Jornada.
Aunque la región fue explotada y modificada desde los siglos XVIII y XIX, fue hasta mediados del XX que el gobierno de México lanzó un programa cuyo objetivo era aprovechar los manantiales de la zona para abastecer de agua dulce a la capital del país. Para lograrlo, un ingeniero de apellido Löehnberg puso en marcha una estrategia que implicó dinamitar esos yacimientos y provocar que toda el agua superficial se acumulara en el subsuelo, para que así las autoridades federales tuvieran derecho a utilizarla, explica la doctora Geraldine Patrick Encina, miembro del Consejo Técnico Académico de la Red Conacyt de Patrimonio Biocultural.
Aunque las bombas de succión instaladas en la zona desaparecieron los manantiales en unos cuantos días –lo cual generó protestas vecinales que incluso provocaron la presencia del Ejército–, a final de cuentas el plan de desecar la zona e impulsar su uso agrícola y habitacional fracasó, pues la lluvia y los escurrimientos de las montañas provocaron que el agua volviera poco a poco al humedal entre las décadas de los 70 y 90.
Años después, el 27 de noviembre de 2002, el gobierno de México declaró a las Ciénegas de Lerma como un Área Natural Protegida (ANP), pero ello no implicó que se generara un adecuado plan de manejo de sus diversas zonas.
Un ejemplo del deficiente cuidado ecológico de esta zona, señalan los científicos y vecinos de Tultepec, es la planta de tratamiento de aguas negras que la Comisión de Agua del Estado de México instaló en la década de los 80 a las orillas del río San Juan, la cual trata sólo 5 por ciento de su caudal, pero luego lo devuelve otra vez a la parte contaminada.
Con gesto serio y preocupado, Paulino Osorio advierte que hay poco tiempo para salvar lo que queda de este humedal, lo cual repercutirá en el clima y la disponibilidad de agua de la región entera. “Esta es la última llamada y lo que está en riesgo no son las riquezas económicas de los países más poderosos, sino la vida de toda la humanidad”.
(Puede consultar la versión íntegra de este texto en la página web de La Jornada).