El tercer día de la competencia tuvo la afortunada participación de dos realizadoras jóvenes y enjundiosas. La primera fue la danesa Tea Lindeburg con Du som er himlen (Que estás en el cielo), su primer largometraje, un intenso drama obstétrico visto desde la perspectiva de Lise (Flora Ofelia Hofmann Lindahl), una adolescente de 14 años. La acción se sitúa en una granja a fines del siglo XIX, donde la protagonista, la hija mayor de su familia, pretende ir a la escuela.
Sin embargo, el enésimo embarazo de la madre (Ida Caecilie Rasmussen) se complica y requiere la visita del médico. Muchas cosas suceden en ese resumen anecdótico. La perspectiva subjetiva de Lise inicia con una secuencia onírica en la que llueve sangre sobre su rostro, un símbolo premonitorio de cómo ella deberá madurar súbitamente en el transcurso de un día.
Con una seguridad sorprendente en una debutante, Lindeburg nos recuerda que ella es paisana de Dreyer en algunas secuencias que hablan del fervor religioso compartido por toda la familia (el título es, claro, una cita del Padre nuestro), mismo que resultará fútil en las secuencias finales. Antes exhibida en el festival de Toronto, es sin duda uno de los títulos más sólidos de la competencia donostiarra.
También muy meritoria fue la producción argentina Camila saldrá esta noche, tercer largometraje de la cordobesa Inés Barrionuevo (no conozco sus anteriores esfuerzos) y un estreno mundial. En él, el personaje epónimo (Nina Dizembrowski, de sugerente inexpresividad) se muda con su madre y hermana menor de Mar de la Plata a Buenos Aires, debido a la agonía de su abuela. Acostumbrada a una escuela más relajada, Camila se enfrenta a un sistema católico tradicional con el que tendrá problemas (ella es suspendida una semana por un arrebato antirreligioso).
En su nuevo entorno, la adolescente probará de todo. Ella coqueteará con un chico, pero tendrá una relación importante con la provocadora Clara (Maite Valero); participará en una marcha feminista de la llamada Marea Verde; manifestará una rebeldía pasiva/agresiva ante su mamá, aunque al final se reconciliará con ella. Es decir, es una definitiva representante de la juventud argentina de hoy, vista desde una postura que no la juzga, ni tampoco la idealiza. La mirada de Barrionuevo, en una puesta en cámara basada en los planos medios y los acercamientos, es honesta y sincera. (Cabe apreciar en ella la influencia inevitable de Lucrecia Martel, en ese gusto por una narrativa ambigua, alejada de los lugares comunes).
Ambas competidoras fueron recibidas con largas ovaciones por el público donostiarra que, por cierto, debe ser de los mejores portados del mundo. Ciertamente es un placer insólito ver películas con gente que no habla durante las funciones, ni consulta y mucho menos contesta su celular; además, dada la prohibición del festival, tampoco traga ruidosas chucherías. Su única manifestación es aplaudir al ritmo de la música que acompaña la entrada del festival. ¿No es encantador?
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