Ana Elena Mallet Cárdenas, incansable investigadora y, cómo lo he mencionado, escritora de polendas, así afirmó: no olvidar que, en muchos aspectos, la fiesta de los toros, es como norma de conducta en la vida, porque la vida misma y los toros van de la mano, son enseñanzas mutuas.
Me voy a remontar un poco hacia atrás para ver si esto aclara un poco el panorama de lo que tú quieres saber:
Aquí, siempre en la fiesta taurina, nosotros estamos observando mucho de la cultura judaico -cristiana, estamos matando a un animal como una ofrenda a una divinidad en la cual oficia, vestido casi de sacerdote, una persona que es un oficiante. Esto mucha gente, cuando lo he incluido en algunos de mis trabajos, se escandaliza, pero es la verdad.
AEM: La verdad es muy interesante y yo nunca le había dado esa interpretación. Siempre me remonto al minotauro, pero la simbología, la tradición que usted le da, es de más profundidad.
AAB: Esto no comienza con el minotauro, ni con el bostauro, ni Creta, ni nada de eso, son cosas muy diferentes: Es el encuentro de la fuerza bruta, que tiene la cabeza en la muerte, no en las garras, sino en la cabeza. Un hombre indefenso que sale a la arena con un trapito y un palito para tratar de dominar a una fiera a base de inteligencia, de una inspiración o un acto divino si tú quieres y, además, tiene que hacer arte, para lo cual dipone de un tiempo determinado, con 5 mil o 50 mil sinodales que ahí están, porque si escribo aquí mis cosas y el artículo no sirve, lo tiro a la basura y me pongo a hacer otro y cuando ya me siento satisfecho lo mando y se publica. Aquí no, aquí están los sinodales y son muy exigentes. Estás ahí y bueno entonces viene ese sacrificio, este ofrecimiento a la deidad y sucede algo muy importante, la fiesta de los toros empieza a cobrar gran importancia cuando se empieza a escribir, ¿y quién lo hace?
AEM: la gente relacionada con los toros.
AAB: ¿entonces qué sucede? Surge el crítico, el escritor, el analista, el periodista, el relator, quien tú quieras, pero el torero no puede ser ajeno, él también quiere escribir, porque así critica, enseña, comprende, analiza y sintetiza. Claro que para esto debe tener un nivel cultural equis y la imperiosa necesidad de poder hacerlo. Ahora, cuando no lo puede hacer, lo transmite y es, quizás, el nivel más especial que haya conocido en mi vida.
Porque si te digo si tú me hablas de cine, bueno pues si no te gusta. En el teatro sucede lo mismo que en los toros. Si el actor está presente ya no puede echar marcha atrás.
AEM: Sí porque es un hecho vivo.
AAB: Sí pero en el teatro suceden dos cosas: por lo general las audiencias son pequeñas y, segundo, no están enfrentando a la muerte, ni están oficiando, ni están representando a la muerte, ni están representando toda una tradición, o una simbología, o una serie de ritos o condiciones, usos o estilos que son muy propios de la fiesta de los toros.
Una vez que surgen los críticos, los escritores y los relatores, el torero tiene sed de participar en ella, y los primeros actuantes de la fiesta son los rejoneadores, los que empiezan a escribir los tratados de caballería, de cómo lancear a los toros bravos. Entonces, toda esta necesidad de comunicar arranca desde casi los mismos orígenes de la fiesta y si quieres y si hay el deseo de remontarse a mucho antes, tienes que comenzar a comprender lo que son las pinturas rupestres de Creta y todo esto. Es una necesidad de expresión, es una exigencia de comunicación. ¿Quién pintó las pinturas rupestres?
Es un misterio que nadie sabe.
(Continuará)
(AAB)