El fallo unánime de los integrantes de la máxima instancia judicial del país de considerar inconstitucional penalizar el aborto sienta un precedente que podría llevar a la legalización de dicha práctica. Es un triunfo del movimiento feminista, del cual hacen parte grupos católicos progresistas que luchan por mayores derechos y protecciones para las mujeres, en especial las más vulnerables.
La decisión fue recibida con desagrado por la directiva del PAN, cada vez más penetrado por el grupo fascista El Yunque, y la poderosa Iglesia católica. Ellos tienen mucha influencia en la mayoría de los estados que contemplan penas de cárcel para las mujeres que se someten al aborto.
El año pasado, el Congreso de Argentina aprobó la despenalización de la interrupción del embarazo. Mucho antes, en 2007 la Ciudad de México hizo lo mismo, estableciendo un precedente muy celebrado en el mundo. Lo logró pese a la embestida de los grupos ultraconservadores del país contra el Estado laico, encabezada por el PAN, diputados del Partido Verde Ecologista, la jerarquía eclesiástica y sus grupos afines.
La lucha en el mundo en busca de que el aborto no sea penalizado tiene un antecedente muy importante en la figura de Simone Veil (1927-1987), cuyos restos mortales reposan en El Panteón de Ilustres de Francia.
Siendo una adolescente judía, fue deportada al campo de exterminio nazi de Auschwitz, donde murió buena parte de su familia. Ya en la posguerra, graduada con honores en derecho, descolló en el medio político preservando su identidad moral, familiar y ciudadana, más allá de las bajas tentaciones políticas.
Siendo ministra de sanidad, dio la batalla por legalizar el aborto. Lo consiguió en 1974 pese a la encarnizada oposición de El Vaticano, la jerarquía católica y las agrupaciones de ultraderecha galas. Fue luego la primera mujer en presidir el Parlamento Europeo, tras hacer una larga y brillante carrera política.
Convertida en heroína nacional, que encarna una identidad moral y cultural muy profunda, Simone Veil sigue despertando odio. Un busto de ella, que desde 2017 adorna una plaza de la ciudad de La Roche-sur-Yon, fue vandalizado varias ocasiones. Igual la estela ubicada en Perros-Guirec, en la región de Bretaña. Tres veces la han llenado de esvásticas, símbolo del nazismo.
El odio, el fanatismo y la intolerancia presentes en todo el mundo.