Morelia, Mich. A 13 años de que varios delincuentes lanzaron dos granadas en el centro histórico de Morelia, que provocaron la muerte de nueve personas y 130 lesionados, aún persiste el dolor físico y moral de sobrevivientes y familiares.
“Mi esposa y mis hijos casi no quieren salir a la calle. Rita, mi mujer, resultó lesionada de los pies y partes del cuerpo, yo sufrí una fractura en fémur y las esquirlas del explosivo todavía me causan intensos dolores en otras partes del cuerpo”, comentó José Ángel Bucio, quien junto con su familia estuvieron presentes la noche del Grito de Independencia frente a Palacio de Gobierno, en la plaza Melchor Ocampo.
Los hijos del señor Bucio tenían dos, cuatro y 10 años el día del atentado, y también resultaron lesionados por las esquirlas. El otro ataque de granada fue en la calle Quintana Roo, esquina con Madero, a cuatro calles de Palacio de Gobierno.
La mañana de este martes, familiares, afectados y autoridades montaron guardia de honor y depositaron una ofrenda floral cerca del árbol, frente a la placa conmemorativa alusiva a los caídos de aquella noche, lugar donde cayó uno de los explosivos.
Hubo al menos cuatro personas que perdieron una extremidad durante ese ataque del que a la fecha no se sabe de los agresores, porque los cuatro detenidos poco después de los llamados “granadazos” fueron solo chivos expiatorios.
“En mayo de 2015 fueron liberados los cuatro presuntos autores materiales del atentado, luego de que un juez federal resolvió que se habían violentado sus derechos humanos, además de haberles fabricado pruebas", aseguró uno de los afectados que no dijo su nombre, y que aquel día perdió a su esposa.
Hay personas que han sido operadas en reiteradas ocasiones porque las esquirlas se mueven dentro del cuerpo y causan terribles dolores. Hay familias que aseguran que han recibido apoyo gubernamental, pero hay otras que sostienen que no ha sido así, que solo ha sido beneficiado un grupo minoritario, y siguen tocando puertas.
El 15 de septiembre de 2008, a las 23:00 horas, en el momento en que daba el Grito de Independencia el gobernador Leonel Godoy, se escucharon dos explosiones, que no se escucharon tan fuerte debido a los gritos de euforia de la gente, pero a los pocos minutos el público comenzó a correr, y en el piso de la explanada quedaron tendidos al menos cinco cuerpos y decenas de personas lesionadas.
De poco han servido los tratamientos psicológicos, porque ese trágico día cambió sus vidas para siempre. “Mis hijos tienen pesadillas, y al igual que otros compañeros y compañeras que fueron heridos de por vida y estuvieron presentes durante todo el tiempo en que tardaron las ambulancias en llegar, vivimos todavía con miedo e incertidumbre y eso ya nadie lo puede cambiar, subrayó el señor Bucio, de oficio carpintero.