Después de la presentación del Informe de gobierno del licenciado Andrés Manuel López Obrador se han publicado un sinnúmero de críticas en los medios. Esto sería positivo para pensar los próximos pasos en el cambio si no fuera porque la mayoría de las textos tienden a tener un contenido poco confiable, por no decir arreglado. La organización Signos Vitales está entre los que han emprendido la tarea de hacer una revisión crítica del tercer Informe. En el área de salud está Julio Frenk en el comité ejecutivo y Salomón Chertorivsky, Jaime Sepúlveda y Eduardo González Pier en el comité asesor. O sea, dos ex secretarios de Salud de gobiernos panistas, un subsecretario del gobierno priísta y una persona muy cercana a Frenk.
La composición del grupo responsable del informe sobre salud es significativa porque una parte importante de las críticas se refiere a las debilidades acumuladas del sistema público de salud, que es responsabilidad de ellos. El informe alega que no se ha demostrado capacidad de enfrentar la pandemia de Covid-19. En la realidad se ha hecho un esfuerzo muy importante de no dejar a nadie sin atención utilizando la capacidad conjunta del sector público, independientemente de la situación de aseguramiento del paciente. Del total de atenciones prestados por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), 30 por ciento ha sido a personas no derechohabientes. Esta institución además desarrolló un sistema altamente protocolizado de atención con supervisión médica diaria en el hogar, el MARSS (Módulo de Atención Respiratoria del Seguro Social); procedimiento que bajó el contagio sin arriesgar a los enfermos. En contraste, ante la epidemia de influenza A-H1N1 el gobierno panista reaccionó paralizando la economía del país, a pesar de que fue mucho menor que la de Covid-19; reacción de pánico reconocida incluso por la OMS.
El rezago en la prestación de servicios de consulta externa, especializadas y cirugías parece inevitable frente al peso de la pandemia. Sin embargo, han sido recuperadas a gran velocidad en el IMSS y probablemente en otras instituciones públicas. En este contexto hay que señalar que el peso de la atención de la pandemia cayó casi exclusivamente sobre el sector público, ya que el privado cobraba muy cara la atención a Covid-19. El convenio con el sector privado sólo cubría atenciones simples como partos, cesáreas, hernias, apendicitis, etcétera, con pago de sus tarifas.
El señalamiento de la caída en la vacunación rutinaria de la población infantil es correcto y preocupante, pero inició antes del gobierno actual. Es el resultado de un largo desmontaje de la industria farmacéutica nacional, pública y privada; situación que ciertamente debe de revertirse. Incluso el texto señala que el IMSS ha tenido déficit desde 2006, o sea, el último año con Frenk como secretario. Como es conocido entre los expertos del tema, la India se ha convertido en el principal productor mundial de vacunas mientras que los países centrales y su industria farmacéutica oligopólica se está dedicando a la producción de otros productos más rentables. Cuando llegó el Covid-19, empero, mostraron su gran capacidad de asociarse con universidades e institutos públicos y han tenido ganancias de miles de millones de dólares por sus vacunas.
El tema de desabasto de medicamentos en efectivo ha sido un problema durante los pasados dos años y está documentado en la anterior Encuesta de Ingreso y Gasto de los Hogares (Enigh). Por ello, parece poco útil citar a la ONG Cero Desabasto que hace sus cálculos con base en reportes de personas que se atienden en los instituciones públicas. Esta metodología dista mucho de ser científica.
Como secretario de Salud, Frenk siempre presumía que sus políticas se basaban en evidencias. Tenía una relación cercana con el editor de The Lancet, cuya revista incluso le publicó cinco artículos en 2006, que supuestamente demostraban el gran éxito del llamado Seguro Popular; evaluación precipitada ya que había entrado en funcionamiento en 2004, y luego se corrigió en un segundo análisis.
Estos datos vienen a caso porque en el análisis que se hace en Signos Vitales del primer trienio de López Obrador se observa una conducta muy semejante de los autores de la parte sobre salud. El manejo de referencias es, por decir poco, cuestionable. Por ejemplo, se hace una referencia a un artículo de The Lancet de Agren como fuente para cuestionar el acceso a medicamentos. Sin embargo, lejos de ser un artículo científico es una serie de entrevistas y citas de periódicos sin un procedimiento explícito o científico.
Hay 13 referencias al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) como fuente. Sin embargo, al buscar los vínculos referidos no se encuentran o hay referencias directas a las fuentes donde se generaron los datos. Tal es el caso del Consejo Nacional de Evaluacion de la Politica de Desarrollo Social (Coneval), que presentó los resultados del índice multidimensional de pobreza en un comunicado que Conacyt publica en su página. ¿Los autores del inciso salud de Signos Vitales piensan que Conacyt suena más científico que Coneval?