David Crosby es un hombre que con facilidad comparte sus secretos. Tal vez sea por la vida que ha llevado: ha sobrevivido a tres ataques al corazón, estuvo nueve meses en una prisión texana por delitos de drogas y armas, y disfrutó cinco décadas de estrellato folk-rock como miembro de The Byrds primero y más tarde del supergrupo Crosby, Stills, Nash and Young.
Hace no mucho un soldado que regresaba de Irak y Afganistán le contó sobre un tiroteo en el que había estado. Le narró cómo en medio de ese fuego había disparado con un rifle de asalto a un sujeto que se encontraba a 180 metros. Ése fue su mejor tiro. Cuando el enfrentamiento terminó, se acercó para reconocer el cuerpo: había matado a un chico de 12 años.
“Me miró a la cara cuando dijo eso, y sus ojos estaban… Él estaba en un infierno. Se torturaba a sí mismo justo ahí, enfrente de mí, ebrio y destrozado. Verlo te hubiera roto el corazón. El sujeto no quería hacer nada malo. Sólo era un tipo cualquiera haciendo su trabajo, y eso lo destruyó”, señaló el músico a The Independent.
Ese encuentro conmovió a Crosby al punto de escribir Shot at Me, dolorosa balada que aparece en su nuevo disco, For Free, su octavo álbum y el quinto que lanza desde 2014, cuando ya tenía 72 años. En agosto pasado cumplió 80, “no estoy seguro de que se celebren, es más bien algo con lo que dices: ‘¡Oh, por Dios!’”, bromeó.
“Estados Unidos está completamente mal”
La edad, sin embargo, no se ha llevado el sentido político del músico. Ahora que las tropas estadunidenses han dejado países como Afganistán, Crosby sigue pensando que nunca debieron estar ahí. “Estados Unidos piensa que tenemos el derecho de ir y meter nuestras narices donde sea, en Vietnam, en Medio Oriente y en otros lugares en los que lo hemos hecho. Está completamente mal”, afirmó.
Más animado, el músico señala a las grandes corporaciones que se han beneficiado de la perpetua maquinaria bélica. “Son las compañías que hacen las herramientas de guerra las que influyen a nuestros políticos para meternos en más guerras, a fin de puedan comprar más hardware y gastar otro par de billones de dólares. Ese dinero pudo haber salvado vidas, educado niños, construido casas, arreglado puentes… todo lo que hace falta aquí en Estados Unidos. No. Esas compañías nos tienen gastando dinero en bombarderos en lugar de eso”.
Crosby fue una voz clave en el movimiento jipi de los años 60, y desde entonces se ha manifestado contra el dominio de las corporaciones estadunidenses. Cincuenta años después, con la evidencia de la crisis ambiental, le consuela saber que tenía un punto. “Estamos en contra de la codicia. Esas empresas nos mantienen usando gasolina y carbón porque ellas nos los venden. No les interesa lo que está bien o mal”.
Sin embargo, opina que Estados Unidos está peor de lo que hubiera podido predecir en 1969. “Creí que lograríamos que la gente actuara de forma inteligente, que hiciera lo correcto. Tenemos a tantas personas tontas; piensan que el gobierno trata de robarse sus riñones”, sostuvo.
David Crosby abraza su estatus de figura del movimiento jipi como miembro de The Byrds y de la superbanda Crosby, Stills, Nash & Young. Con esos músicos publicó Almost Cut My Hair, canción sobre el debate que hubo acerca del cabello largo. “Tratábamos de diferenciarnos de la generación anterior. Era una simple pista visual de que éramos distintos, y nos gustaba. Todavía me gusta llevarlo así por dos razones: porque creo que se ve mejor así, pero también porque dice: ‘Hey, soy un jipi, y creo en ciertas cosas’. Y vaya que sí. Creo que el amor es mejor que la guerra. Puedes encerrarme por eso”.
En 1994 la hepatitis C había destrozado su riñón y necesitaba un trasplante. Mientras era tratado, conoció a alguien que se convertiría en una figura central para su vida: su hijo James Raymond. Él nació en 1962, pero su madre biológica lo dio en adopción, dejándolo sin posibilidad de ponerse en contacto con el músico.
“Es tan bueno como yo”
Raymond ha producido tres de los cinco álbumes que Crosby ha lanzado desde 2014, incluido For Free. También él escribió la última canción del álbum, I Won’t Stay for Long, dedicada a su padre. “Lloré cuando la canté. No sé qué decirte. Sentí alegría de ser capaz de ver a mi hijo y saber que es tan buen escritor como yo, si no es que mejor. Ese tema es, sin duda, el mejor del disco, y está lleno de buenas canciones”, contó.
A pesar de eso, Crosby se pone melancólico con la idea de no poder volver a tocar en vivo. En marzo, al saber que la pandemia le impediría volver a los escenarios, el músico tomó la dolorosa decisión de vender su música y los derechos de uso de todo su catálogo. “Fue horrible. No era lo que quería hacer. Tengo dos formas de ganar dinero: los discos y las giras. Los primeros ya no generan más. El streaming no nos paga, y hacen billones, con B grande, de dólares. Eso no está bien. Entonces llega el Covid y no puedo salir de gira, así que por eso tuve que vender. No hubo otra opción”.
A pesar de todo, no descarta poder volver para ofrecer algunos conciertos de despedida. “Nunca digas nunca”, señala. “Pero cumplí 80 años. No tengo mucha resistencia y a mis manos les está dando tendinitis, así que no me veo saliendo otra vez. No me gusta para nada. Me encanta tocar. Soy bueno en eso, y lo amo. Estoy seguro de que lo voy a extrañar cada día por el resto de mi vida”.
A pesar de ese impedimento, Crosby considera que hay un buen músico dentro de él. Con su hijo escribe canciones para su próximo disco juntos. “Me di cuenta de esto: si mi voz estará bien, y voy a ser feliz, y sigo siendo capaz de levantarme y caminar al micrófono –voltea a su alrededor como imaginándose en un estudio–, esto va a sonar algo cósmico y jipi, pero creo que la música es una fuerza que te eleva, que hace las cosas mejores y hace feliz a la gente, amo ser capaz de contribuir a eso. Ése es un buen propósito para mí en la vida. No sé hacer otra cosa”.
For Free, de David Crosby, ya está disponible.