Tártaro: réquiem de cuerpo presente por el niño que aprendió a matar, escrita por el dramaturgo Sergio López Vigueras, retrata los momentos que marcan la vida de un joven mexicano que se convierte en sicario, y cuestiona las causas socioeconómicas que generaron el nacimiento de un despiadado asesino a sueldo.
Con dirección de David Psalmon, la obra se presenta desde el 9 y hasta el 26 de septiembre en el Foro de las Artes, del Centro Nacional de las Artes (Cenart), luego de su estreno y exitosa temporada en el Centro Cultural Helénico.
Tártaro, explicó el autor en entrevista, aborda temas como el narcotráfico, el sicariato y la violencia desde una visión que implica “una red de complicidades entre quienes la combaten y el crimen organizado”. Es un monólogo protagonizado por Bernardo Gamboa, durante el cual “el personaje enfrenta sus demonios” y se cuestiona si el es víctima de su condición social o es un violento individuo.
Para López Vigueras, “hay una retroalimentación entre ambas cuestiones, hay un encadenamiento entre la toma de decisiones y las condiciones socioeconómicas, lo cual complejiza la causa y efecto del sicariato”.
Narrativas alrededor del narco
En la actualidad, continuó, ha dominado una narrativa de buenos contra malos como solución al narcotráfico. También hay otra narrativa, a través de las series de televisión, que caracterizan a los narcos como muy ingeniosos y con una vida de lujos.
“En realidad, muchas veces lo que existe es una red de complicidades entre las autoridades que combaten al narco o los desertores de los cuerpos policiacos de seguridad, quienes entrenan a los jóvenes sicarios. Dos bandos que se quieren ver como encontrados, pero que se usan mutuamente.”
De las series de televisión “me preocupa que (a los narcos) los pintan como ingeniosos, que logran salir solos de la cárcel o que venden toneladas de cocaína a Estados Unidos, pero no hay tal ingenio, lo que hay es una complicidad brutal, pues, si la droga pasa, es porque hay alguien en la frontera que la recibe. Pintar al narcotraficante como un ser astuto libra de responsabilidad a las autoridades”, destacó.
Tártaro comienza cuando el protagonista siente el disparo que segará su existencia; entonces, evoca varios episodios de su vida: su anémica gestación, la agonía de su madre provocada por sus condiciones de trabajo, sus paseos en camionetas de lujo, las ráfagas nocturnas, el secuestro de su hermana y cómo, casi jugando, se hizo halcón (vigía de narcos) y luego escolta de un jefe de plaza. “Tártaro representa una forma de vida de un sector de jóvenes con una escolaridad mínima y recursos económicos limitados, que son reclutados o forzados a trabajar para el narcotráfico”.
Con este montaje, cuya escenografía e iluminación son de López Vigueras, el Colectivo Teatro Sin Paredes, encabezado por David Psalmon, celebra sus 20 años de trayectoria en el foro que lo vio nacer: el Foro de las Artes del Cenart (Río Churubusco y Tlalpan, colonia Contry Club). Las funciones son los jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 y domingos a las 18 horas.