Estrasburgo. Su juventud asombra, sus ambiciones también. Con sólo 32 años, el uzbeko Aziz Shokhakimov toma la batuta de la Orquesta Filarmónica de Estrasburgo (este de Francia) mostrándose como un “artista maduro” con grandes planes de futuro.
“No estoy estresado, en absoluto. Tengo buenas sensaciones, estoy sereno”, afirma este joven de ojos risueños y pelo negro alborotado.
La seguridad del joven es casi desconcertante a apenas unas horas de dirigir el jueves a los 110 músicos de la orquesta durante el concierto de regreso a la actividad, bautizado La embriaguez del violín.
En el programa, un concierto de Profokiev, los Nocturnos de Debussy y las Danzas húngaras de Brahms, un buen compendio de los gustos y las influencias rusas, francesas y alemanas de este nacido en Taskent, la capital uzbeka.
Hijo de un clarinetista de jazz y de una cantante, Shokhakimov se crió en la música folk. La dirección de orquesta llegó “casi por accidente”, asegura al terminar el ensayo.
A los 11 años, ya con una sólida formación musical, se atrevió con el canto en diferentes agrupaciones, pero debió parar cuando su voz empezó a cambiar.
“El director, Vladimir Neymer me dio entonces algunos ejercicios de dirección y lo encontré muy fácil. Y así comenzó”, relata.
Su ascensión fue fulgurante.
Con 13 años dirigió la Quinta sinfonía de Beethoven con la Orquesta Nacional de Uzbekistán; con 21 ya figuraba en el palmarés de concursos internacionales; a los 26 se integró a la Ópera del Rin de Düsseldorf.
“Inteligencia del tiempo”
Hablar de niño prodigio sería simplista. “Es un artista maduro, no es un mono amaestrado”, afirmó el violista estrasburgués Jean Haas, de 67 años, quien ha visto pasar ya a seis directores artísticos distintos.
“Tocar con precisión está al alcance de todo mundo. Lo interesante es aportar algo más. Él tiene una inteligencia del tiempo extraordinaria. Tiene una concepción de lo que hay detrás de las notas”, indicó el decano de la orquesta.
Shokhakimov comparte este enfoque personal con sus músicos, a los que conoce bien por haberlos dirigido en 22 ocasiones desde 2014 como director invitado. “Espero que podamos crecer juntos”, expresa con humildad. “El nivel de la orquesta es muy alto, pero tenemos potencial para ser mejores.”
Para ello, el director quiere llevar a Estrasburgo a la élite de los solistas, entre ellos amigos suyos, como la violinista moldavo-austriaca Patricia Kopatchinskaja, programada para la temporada 2021-22.
“Ella actualmente es artista residente en la Orquesta Filarmónica de Berlín. Es realmente un nivel muy alto. Y puedo asegurar que habrá otros”, anuncia Shokhakimov.
El 2 y 3 de diciembre, por ejemplo, el solista será la estrella del piano, Alexandre Tharaud.
La directora general de la orquesta, Marie Linden, se alegra de la llegada del uzbeko, seleccionado entre los candidatos propuestos por los mismos músicos.
“Es una verdadera bestia del escenario. Hay un contraste entre el hombre que es en el día a día, más bien reservado, y la energía alucinante y comunicativa que despliega con la baqueta en la mano”, explica en su oficina.
Interesada en diversificar el público, Linden alaba “la atención particular” a los más jóvenes de Shokhakimov y su disponibilidad para los “conciertos deslocalizados” para buscar espectadores neófitos.
Señal de su voluntad de arraigar en el territorio y a diferencia de varios predecesores, el uzbeko decidió instalarse en Estrasburgo con su mujer y sus dos hijos.
Rusófono, se ha apuntado a clases de francés, con cierto éxito. “Pero aún necesito tiempo y práctica”, asegura en la lengua de Molière.
Mientras, en los ensayos se maneja con una mezcla de francés e inglés, salpimentado con algunas palabras italianas, todo reforzado con sus enérgicos gestos.