La terminación del gasoducto más importante en la historia de los hidrocarburos es un triunfo de las naciones que sólo necesitan el abasto del combustible, sin importar si algún otro país se siente agredido. Esta obra de ingeniería que es reconocida en todo el mundo, evadiendo un sinnúmero de dificultades, ha cumplido con todos los protocolos de construcción, seguridad y económicos. Europa tendrá asegurado el consumo, sin especulaciones o extorsiones políticas. Por lo menos, eso se espera del gobierno del presidente Vladimir Putin.
Hemos expuesto en por lo menos seis artículos anteriores, en este mismo espacio de La Jornada, la historia de este proyecto de abastecimiento de uno de los energéticos claves, casi podríamos decir el principal, para la subsistencia.
La compañía Gazprom fue la realizadora y promotora del proyecto gasífero más importante de Europa. La construcción del Nord Stream AG inició en 2018 con la inversión de algunas empresas conocidas como la Shell y Engie, la segunda empresa más fuerte en servicios públicos y abasto de hidrocarburos. Los ingresos de esta firma francesa suman más de 74 mil millones de euros anuales y tiene una base laboral de alrededor de 160 mil personas en todo el mundo.
La solvencia económica y una política de “solidaridad” comercial por parte de Rusia y de los países europeos han sido fundamentales para lograr el abasto de gas, a través del gasoducto Nord Stream 2. Bulgaria, Estonia. Finlandia, Letonia, Lituania y Suecia que han confiado en las negociaciones de la canciller Angela Merkel, recibirán los beneficios de este contrato, varias veces cuestionado por gobiernos de Estados Unidos, especialmente por el de Donald Trump.
La culminación del proyecto logró salvar las desavenencias políticas que obstruían la construcción de los gasoductos. Finalmente, el análisis de las condiciones de los contratos por parte de Estados Unidos y Rusia, llevó a la conclusión de que con Gazprom el abasto estaría asegurado. Incluidos, por supuesto Alemania, Polonia y Turquía, que son clientes asiduos.
Los conflictos estuvieron cerca de cancelar el proyecto Stream 2. Internos y externos, los problemas estuvieron a punto de destruir una obra de ingeniería muy importante para la satisfacción de millones de habitantes dependientes del gas.
Recordamos la amenaza del ex presidente Trump, antes de dejar su cargo, cuando notificó a la canciller Angela Merkel que en el presupuesto de defensa estadunidense aceptado para 2021, se contaría con un apoyo para llevar a cabo nuevas sanciones que se impondrían a las empresas que dieran servicios de seguro de diversos tipos, y se sancionaría a todas aquellas organizaciones que suministraran equipamiento adicional y que utilizaran buques modificados para servir en la construcción del gasoducto. Las amenazas no se cumplieron; sin embargo, no se sabe qué otras amenazas lanzará Trump, en caso de regresar a la Casa Blanca.
De continuar con las disputas, el siguiente presidente de Estados Unidos o de otros países que se oponen, tendrían que igualar, o superar los 55 mil millones de metros cúbicos de gas natural que Rusia abastece al año, además de competir con el bajo precio propuesto por Gazprom.
Nuevamente, los alegatos del presidente Joe Biden tampoco tienen fundamento lógico. Su discurso, más bien es una simulación de reclamo “justo” por los supuestos desequilibrios económicos que Rusia genera a escala mundial. El mandatario estadunidense no acepta la derrota, económica o política, es una derrota histórica. La trascendencia de la conclusión del gasoducto es una bofetada a distancia para la nación que quiere controlar el comercio mundial.
En comparación con otras rutas de suministro del gas natural ruso a Europa, el Nord Stream 2 es 2 mil kilómetros más corto, de ahí su importancia. Bajo esta ventaja, Gaz-prom podrá duplicar su capacidad de entrega del gasoducto Nord Stream 1, a través del mar Báltico, suministro de gas natural a Europa.
El pasado 10 de septiembre, la empresa rusa anunció el triunfo del proyecto Nord Stream 2. El presidente Putin aclara que no es un triunfo “geopolítico”, es la decisión lógica de quienes buscan su seguridad vital, todavía dependiente del gas natural.
Twitter: @Antonio.Gershenson