Madrid. El 11 de septiembre es el Día Nacional de Cataluña, también llamado la Diada, que se ha convertido, en los años recientes, en el epicentro de las concentraciones y reivindicaciones independentistas, sobre todo para exigir un referendo de autodeterminación del Estado español. En plena pandemia y en situación de franca división entre las distintas formaciones secesionistas, la marcha de este año congregó a más de 100 mil personas.
Hace dos años se reunieron medio millón de personas, y hace cuatro, 2 millones 100 mil. En esta ocasión, además hubo abucheos y silbidos contra el presidente de la Generalitat, el republicano Pere Aragonés, quien es favorable a abrir una mesa de diálogo con el gobierno español.
El presidente catalán llegó al acto con la plana mayor de su partido, incluido el ex vicepresidente catalán Oriol Junqueras, uno de los presos indultados por el proceso de secesión fallido de 2017. Cuando Aragonés llegó a la Plaza Urquinaona, donde inició la marcha, de inmediato se escucharon gritos de “traidores”.
La movilización fue convocada por el sector más radical del independentismo, es decir, la Asamblea Nacional Catalana (ANC), y en ella figuraron las juventudes de la formación anticapitalista Arran. Junqueras afirmó que “si no nos ha hecho callar la prisión, tampoco lo harán los insultos y las amenazas”.
Una parte del movimiento independentista catalán acusa a Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), y por tanto a Junqueras y Aragonés, de claudicar frente al gobierno español de Pedro Sánchez y de estar dispuestos a sentarse a dialogar en una mesa que comenzará a sesionar la próxima semana. El separatismo reclama adoptar medidas unilaterales que conduzcan a la separación de Cataluña del Estado español, sin negociar ni hablar con Madrid.
Mientras el gobierno de Sánchez insiste en la solución del conflicto siempre pensando en la continuidad de Cataluña en el Estado español, dentro del separatismo, sobre todo en ERC, se busca un pacto para permitir un referendo acordado y vinculante. La formación de la derecha nacionalista, Junts per Cataluña (JxCat), que lidera desde Bruselas Carles Puigdemont, no otorga la más mínima credibilidad al encuentro, al considerar que se trata de una artimaña del Estado para negar su independencia a los catalanes.
Uno de los líderes más respetados del separatismo, el también ex preso Jordi Cuixart, que pertenece a la plataforma civil independentista Omnium Cultural, afirmó en un acto frente a los líderes políticos que tienen que ir “unidos a esa mesa” y “no ceder al chantaje de la represión”. Afirmó: “Hay que continuar presionando para llegar a la autodeterminación si queremos tener un país democrático”.