Lástima que taurinos y autoridades no se comporten con la oportunidad de algunos militantes al interior de Morena, donde el senador Armando Guadiana, reinstalado en su cargo luego del fallido intento por convertirse en alcalde de Saltillo, ofrece hoy domingo una corrida de toros con motivo, como en tiempos del virreinato, del ascenso a la gubernatura de Zacatecas del licenciado David Monreal Ávila, apoyado también por el acrobático y amnésico Partido Verde.
Por su silenciosa parte, los taurinos de México continúan sin moverse en el callejón, como se dice en el argot, para no tocar o distraer a ninguna instancia de gobierno que pudiese autorizar, con las medidas sanitarias que se quiera y el aforo permitido que se ordene, la reanudación de espectáculos de toros en la Ciudad de México, con apenas 495 años de antigüedad aquí.
Aunque la voz cantante del negocio en el país la lleva Espectáculos Taurinos de México, SA (Etmsa), propietaria de las plazas más importantes, arrendataria de la monumental Plaza México y parte del poderoso Grupo Bal, consorcio cuya cabeza, don Alberto Bailleres, luego de más de medio siglo al frente, cedió los trastos a su hijo Alejandro a mediados de este año. Pero lo que más inquieta a los taurinos no es ese reciente relevo, sino que Alejandro, egresado de la Universidad de Stanford, no tiene la misma afición que su padre y su hermano Juan Pablo por la tauromaquia y la crianza de reses bravas.
Ello explica en parte el desatento mutismo ante la afición y el público de los socios, asesores y operadores de TauroPlazaMéxico, la empresa de Etmsa que hace cinco años maneja el coso de Insurgentes y que precisamente este mes concluye el contrato de arrendamiento con el dueño de la plaza, Antonio Cosío, quien seguramente habrá de renovarlo, pues lo que a él le interesa es la renta, no el rumbo que tome la fiesta de toros en México en manos de sucesivos inquilinos, sin rigor de resultados financieros y, lo peor, sin efectos de reposicionamiento.
El servicio al cliente no es el fuerte del empresariado mexicano, pero a este ninguneo de la empresa hacia el público hay que agregar la inmovilidad provocada por casi 18 meses de confinamiento en los que ningún gremio taurino ha sabido o querido alzar la voz. Entre tanto, su admirada España, donde hasta toque de queda hubo con motivo del virus, hace tiempo inició la reactivación de su fiesta de toros con todas las medidas sanitarias que se quieran y distintos porcentajes de aforo, pero anunciando ferias e incluso seriales en Sevilla y Madrid, entre otras.
Taurinos y autoridades deben sentarse, ya, a acordar la reanudación de espectáculos taurinos en la Ciudad de México –30 por ciento del aforo del coso de Insurgentes son 12 mil espectadores, pero no se ha querido echar mano de productos ganaderos y humanos para atraerlos con combinaciones imaginativas. Reactivar el cerebro y la voluntad siguen siendo requisitos para reactivar la fiesta. Presencia en escuelas, centros comerciales y cines sí, en plazas de toros no. ¿De qué se trata?
Rocío Ortas, bailaora y promotora cultural, envía el siguiente comunicado: “Hidalgo es muy taurino. Dada la emergencia que sufre por el desbordamiento de presas y el río, de manera urgente les invito a hacer una aportación de agua, leche, pan, frijoles, comida enlatada, cobijas o ropa para los damnificados. El centro de acopio es el Cortijo Miguel Ortas, en Bulevar Adolfo López Mateos 70, Atizapán, estado de México. Se requieren voluntarios. Informes al 5535036511, de 11 a 18 horas”.