En alguna ocasión hablamos del arquitecto Félix Candela, uno de los valiosos personajes que trajo a México el exilio español a finales de los años 30 del siglo XX. Estudió arquitectura en Madrid, donde nació en 1910; durante la Guerra Civil formó parte del Ejercito Popular Republicano como capitán de ingenieros. Se exilió en México y en 1941 adquirió la ciudadanía nacional.
Aquí desarrolló un novedoso sistema constructivo: el paraboloide hiperbólico. Se trata de formas geométricas de doble curvatura que son resistentes por su propio perfil. La base es una delgada superficie de hormigón. Candela decía: “se trata de aprovechar más la forma que la masa para conseguir la resistencia y la estabilidad”.
Las cubiertas tenían una gran ligereza que hizo que se les conociera como cascarones y que pudieran adquirir apariencias muy diversas: geométricas, ondulantes, algunas que parecen livianos pañuelos sostenidos en el aire.
Mediante la aplicación de este concepto, Candela fue capaz de cubrir grandes espacios con interiores amplios y luminosos. Una de sus creaciones fueron sus famosos “paraguas”, estructuras formadas por una columna central que sostiene cuatro tímpanos a modo de paraguas abierto. Muchos años tuvo con sus hermanos la empresa constructora Cubiertas Ala.
Su creatividad era impresionante, porque con ese concepto arquitectónico diseñó muchas construcciones muy distintas entre sí, pero todas originales y sobresalientes. Se habló de que tiene algo del naturalismo de Gaudi, el cubismo de Picasso y hasta llegaron a compararlo con el expresionismo alemán.
Hace un tiempo tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido por varias de sus obras con la guía del arquitecto Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes, actual director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Doctorado en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Cataluña, su tesis de grado fue sobre Arquitectos españoles exiliados en México, así es que conoce como pocos la obra de Félix Candela, a quien admira, difunde y cuya obra busca proteger.
Muestra de eso es la coordinación del grupo Rescate Manantiales, que está dando la batalla por la conservación de una de las obras icónicas de Candela: el restaurante Los Manantiales de Xochimilco. Del Cueto realizó un proyecto de restructuración que ganó un apoyo del Programa Nacional de Reconstrucción.
Esa fue una de las construcciones que visitamos en el recorrido que incluyó otro de los trabajos más destacados de Candela: el Templo de la Medalla Milagrosa, en la colonia Narvarte, que realizó en 1953.
Para esta obra se asoció con otros dos arquitectos con quienes había trabajado con anterioridad: Arturo Sanz de la Calzada y Pedro Fernández Miret, y en la ingeniería y construcción participó la empresa Cubiertas Ala. El talentoso arquitecto José Luis Benllure –cuya obra merecería más difusión–, diseñó los vitrales. Este templo fue un laboratorio de exploración de las posibilidades espaciales que ofrecía la geometría usada por Candela llamada hypar.
Aquí utilizó los paraguas invertidos como zapatas de cimentación, que proporcionaron una solución muy económica al problema de los cimientos en suelos de baja capacidad de carga –problema frecuente en la Ciudad de México– como es el caso de la colonia Narvarte. Al exagerar la altura o flecha de los paraguas logró esta notable estructura de formas alabeadas.
Esto dio como resultado un espacio interior no visto con anterioridad. Impresionan las torsiones de las formas y la enorme cantidad de claroscuros que se generan a partir de lo que aparentan las superficies planas. La inédita estructura con ángulos y arcos imposibles es una de las construcciones más originales de la ciudad, con un techo que se dobla y se estira de maneras impensables.
Como en todas sus obras, Candela utilizó las técnicas de hormigón armado; en este caso, detalles como la torre del campanario, la cruz que remata la fachada principal del templo y las escaleras de caracol del coro fueron hechas de este material que sólo el genial alarife podía moldear a su capricho.
El recorrido con el apasionado arquitecto Del Cueto Ruiz-Funes, que nos permitió conocer de cerca y con detalle, la deslumbrante obra de Candela y convertirnos en su fan, culminó con un sabroso festín de tostadas en el mercado de Coyoacán. Las de pata son excelsas.