Entrevista inédita con Raquel Padilla
En 2015 acompañé a mi padre a las celebraciones de Semana Santa en Vícam y Pótam, territorio Yaqui, invitado por Tomás Rojo Valencia, vocero de la tribu. Presencié la procesión de los chapayekas bajo una luna de sangre rodeada de halos de nubes y más tarde pude asistir a la danza del venado. Las primeras personas con las que entablé relación fueron los jóvenes de mi edad, con quienes compartía dudas y procesos típicos de nuestros quince años; fueron ellos quienes me platicaron lo que sucedía en su territorio y cómo se atravesaba en su adolescencia. En ese viaje tuve el honor de conocer, entre otros, a Guadalupe Olea Sombra, Gobernador Mayor de Vícam, quien me tendió sus grandes y fuertes manos en una cálida bienvenida; a Sergi Pedro Ross, director del documental Laberinto Yo’eme, y a Raquel Padilla, antropóloga, escritora y activista, a quien recuerdo cantando a todo pulmón corridos de la Revolución, en su coche, rumbo a Hermosillo.
Cinco años después, cursando la carrera de Antropología en la UNAM, junto con Natalia Martínez, Leonora Flores y Amariza Vera decidimos hacer un trabajo sobre la resistencia yaqui ante los megaproyectos para la materia de “Lucha, Resistencia y Descolonización de América Latina”, apoyadas por el profesor Rodrigo Rubén Hernández. Como parte de la investigación entrevistamos a Raquel Padilla, siempre generosa y abierta para contribuir con sus conocimientos a las mejores causas. Cuatro meses después Raquel fue asesinada por su pareja sentimental en un acto feminicida. Este año fueron asesinados Tomás Rojo y el defensor del territorio Luis Urbano. Sus voces y acciones han dejado un eco profundo y una semilla de fuego que aviva la voluntad de cambiar aquello que nos parece inaceptable. Las estrategias de despojo y desterritorialización por parte del gobierno, coludido con el crimen organizado, parecen insaciables, por eso nunca está de más recordar que la lucha por la vida está de pie, acompañada por la inquebrantable fuerza de la palabra.
–¿Qué significado tiene el agua dentro de la cosmovisión Yaqui? –Desde la visión del yori (no yaqui) el agua es simplemente un líquido que sirve para regar y beber, tiene un sentido principalmente funcional. El yaqui tiene una relación diferente con el agua: nace del río, nace del agua. Como muchos pueblos indígenas, relacionan su génesis y su cultura con los cuatro elementos. Para los yaquis el agua está representada por el río, no por el mar. Así como su origen es el agua, también es su destino. Dentro de los mitos yaquis hay uno que narra que cuando un yaqui muere tiene que cruzar el río en una canoa y del otro lado lo espera la otra vida. El río está en el principio y en el final de cualquier yaqui, lo que indica que está profundamente ligado a su vida. Además, el río es vital para la reproducción de la flora y la fauna nativas de la región, les permite seguir construyendo sus viviendas y realizar sus rituales, como la Fiesta de San Juan, donde llevan al río una imagen pequeña del santo, lo bautizan y se bautizan todos ellos, como una forma de renovación.
De unos años para acá el río ya no corre, ya no trae agua más que a veces, cuando caen lluvias copiosas. Ahora tienen que llevar pipas de agua a donde se realiza el ritual. Esto va provocando muchos cambios que pueden verse sobre todo en los niños. La percepción que se tiene del medio ambiente, de la relación de los santos con la naturaleza, con las deidades, con los animales del monte, está completamente relacionada con el agua. Cuando hablan del territorio siempre consideran el agua. Nunca ven el territorio como la tierra nada más, ven la tierra con todos sus componentes: la tierra, los pueblos, los campos de cultivo, la costa-mar, la sierra, los animales del monte, el río y ellos mismos.
–¿Qué importancia simbólica ha tenido el despojo del agua en su cultura? –En la tribu yaqui el despojo del agua es histórico, no sólo por el Acueducto Independencia. Hay una gran huella cultural e histórica. Yo participé en el peritaje sobre el impacto cultural del Acueducto Independencia en la tribu yaqui y concluimos que, por supuesto, existe un impacto; se trata de un acabose, es el colmo de los colmos de las injusticias hídricas. Es un despojo que viene desde fines del siglo XIX, primero con canales de irrigación, y se ha llevado a cabo con el uso de la violencia por parte del ejército y con los yaquis defendiendo su río y su agua. Cuando los yaquis fueron desterrados durante el porfiriato, llegaron muchos yoris agricultores que se convirtieron en agrotitanes y se adueñaron del agua. Por eso en 1930, cuando se decretó la restitución de las tierras por parte del presidente Lázaro Cárdenas entre 1939 y 1940, se decidió que los yaquis tenían el derecho al 50 por ciento de las aguas de la presa La Angostura y a todos los escurrimientos (aguas broncas del río). Sin embargo, de ese 50 por ciento, la Comisión Nacional del Agua —responsable del control del agua— sólo les asigna 10, por lo que no se está cumpliendo con el mandato del presidente Lázaro Cárdenas. Luego se hizo un acueducto que va del Río Yaqui al Río Guaymas. Ese acueducto, construido cuando el gobernador priísta Mario Fabio Beltrones, es el que más provocó escasez de agua en la tribu yaqui. Muchas familias se vieron obligadas a abandonar su pueblo porque se quedaron sin agua. Luego viene el Acueducto Independencia, que lleva agua del alto Río Yaqui a Hermosillo. Ya ni el río ni los yaquis aguantan esto. Pueden pasar muchos días sin que llegue agua y tienen que estar juntando en botes, tinacos, etcétera. Ha sido un largo proceso de despojo. Recomiendo se lea el peritaje que hicimos en el INAH y que está en la revista Rutas de campo. [Disponible en: https://aguaparatodos.org.mx/wp-content/uploads/Rutasde- Campo-8.pdf].
Para los yaquis ha sido una acumulación de agravios, y éste, sobre todo, les provocó gran malestar porque llegó en un momento que estaban fortalecidos. Curiosamente el gobierno del PAN, con todos los agravios que cometió Guillermo Padrés contra el pueblo yaqui, unió a la tribu por su descontento común y eso la fortaleció.
–¿Qué mecanismos ha utilizado el gobierno para despojar a estos pueblos tan unidos a sus tierras y a su agua? –Las estrategias de dominación y las estrategias de resistencia son históricas. De hecho, tengo un estudio al respecto. Por supuesto está la guerra de exterminio, la persecución, separar a las familias, quitarles a los hijos, el genocidio; todo esto se dio desde el porfiriato. Los deportaban a Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Se pensó que con la Revolución se daría curso a sus demandas, pero se les siguió haciendo guerra; se les deportó, se les siguió persiguiendo y esto duró hasta que la paz llegó con el presidente Lázaro Cárdenas. Han sido décadas.
Estas son las estrategias más visibles, pero hay otras como la cooptación de líderes, manipulándolos a través de preventas, dinero, amenazas y luego los regresan a la comunidad para que empiecen a hacer trabajo sucio. Aunque no sólo es de ahora, el gobierno del estado tiene a los llamados yaquis chipilones o los mochalais; se visten mejor, tienen mejor tierra e invernaderos. El gobierno busca cooptar líderes para dividir a las comunidades y es de los mecanismos de despojo más dolorosos; los yaquis usan un término para referirse a los que han pactado con el gobierno, que es toro collori. Esa palabra se usa en trabajos históricos, pero yo no me atrevo a usarla porque sé que esos que son considerados traidores también pueden estar luchando por su territorio. “Divide y vencerás”. Cuando adentro hay una riña interna es más difícil luchar contra lo externo. Mucha gente que mira las cosas desde afuera siente enojo con los yaquis por estas “traiciones”, pero yo propongo que tratemos de entender y veamos qué podemos hacer al respecto; primero hay que ponerlas en relieve, ponerlas de manifiesto. Lo cierto es que las estrategias de dominación se van perfeccionando. Justo como plantea Sergi Ros en su documental Laberinto Yo’eme, un poco antes de que entrara el acueducto entró el “cristal” al territorio yaqui, y eso les ha ido mermando el espíritu. Con la droga se pierde la capacidad de resistencia, eso es precisamente lo que se busca. A los antropólogos nos toca informarnos sobre lo que pasa, no dirigirnos como jueces y criticar a los yaquis por caer ante estas presiones tan fuertes.
–¿Qué mecanismos de resistencia han existido y cuáles existen ahora? ¿Cuáles son sus modos de organizarse? ¿Eso ha modificado las formas cotidianas de relación? –Tienen estrategias históricas que hasta la fecha se presentan, por ejemplo, la guerra defensiva, el pillaje, los asaltos en caminos —para quedarse con las armas de los asaltados y luego usarlas como autodefensa—, cerrar el territorio impidiendo el paso o cobrando una cuota, también en el río cuando era navegable.
También hay nuevas estrategias como el asesoramiento jurídico, están muy bien preparados en términos legales y han sabido asesorarse con abogados, lingüistas, antropólogos, historiadores, especialistas en agua y en cuencas, técnicos en agua y especialistas en redes sociales. Esto último no ha servido tanto contra el gasoducto, pues ha sido una lucha muy reservada. Que de pronto la lucha esté apagada no quiere decir que se haya resuelto. Pero contra el acueducto hicieron uso de las redes sociales, fundaron la página Solidaridad Tribu Yaqui en Facebook, que consistió en mantener el anonimato. Ya no se pueden ver los otros perfiles y en la otra ya no publican pero puedes ver la narración de su propia lucha.
Otro rasgo es la movilización social, que muestra su presencia mediante la realización de marchas, bloqueos carreteros, plantones y diversas acciones de protesta. Como respuesta se les amenaza, se les intimida, se les agrede, hay desalojos y detenciones.
–¿Qué papel tienen los factores culturales dentro de la resistencia? –El dominio de la lengua. Siempre que pueden van a hablar entre sí con su lengua, mientras que ellos sí pueden entender al yori, el yori no entiende la lengua yaqui. Las fiestas religiosas. En las fiestas hay danzas y máscaras que siempre son propicias para enarbolar discursos desafiantes. Por ejemplo el pascola, que es el danzante que usa máscara de lado a veces y otras de frente; la ramada está dividida en la parte prehispánica y en la parte cristiana, cuando el pascola baila con instrumentos europeos, que son el arpa y el violín, se pone la máscara de lado por respeto a la cristiandad, pero cuando baila en la otra parte de la ramada lo hace con el tambor y la flauta, entonces se pone la máscara de frente y eso hace que sean personajes ocultos, que desde el anonimato se les permite la disidencia, se les permite burlarse del gobierno y recuperar las historias proscritas. Siempre están hablando de la lucha territorial, de la sangre que ha corrido por defender la tierra, al patrimonio y la herencia de los antepasados. Son discursos muy contestatarios. ¿La cultura permite fortalecer la lucha? Yo creo que sí, lo he visto ahí, en la ramada.
–¿Qué está pasando ahora? ¿Qué nuevas formas existen de despojo y resistencia? –Los ocho pueblos están muy divididos ahora por la cuestión del gasoducto, sólo uno hizo la defensa legal que es Loma de Baakum; es donde se celebra la Virgen del camino. Baakum ha sido un pueblo de profunda resistencia y en parte tiene que ver con la Virgen del camino. Pero eso no significa que los demás pueblos estuvieran de acuerdo con el gasoducto, aunque sus autoridades lo hayan avalado. La construcción del gasoducto empezó con el gobierno estatal de Padrés, del PAN, pero no avanzó tanto. Le tocó a la gobernadora Claudia Pablovich, del PRI, casi forzarlos a que aceptaran el gasoducto. Ella tiene su grupo de yaquis chipilones, que son los que lograron que las autoridades de los pueblos —menos de Loma de Baakum— firmaran el gasoducto. La tropa, es decir las familias de los pueblos, no estaban de acuerdo. En general el pueblo tiene miedo del gasoducto y no está de acuerdo, pero las autoridades lo firmaron y para cuando llegó la campaña de Andrés Manuel los yaquis estaban entrando en conflicto. Visitó territorio yaqui tres veces, y cabe destacar que nunca visitó Loma de Baakum, el único pueblo que no firmó el gasoducto. Lejos de eso, visitaba el pueblo Huiribis, donde radican los yaquis que están con la gobernadora, y se reunía con ellos. Aunque se puede decir que están cooptados, no por eso dejan de ser yaquis.
Los yaquis de Loma de Baakum hablan de la Cuarta Traición porque ellos votaron, estaban apoyando a Marichuy, del Congreso Nacional Indígena, y ganaron contra el gasoducto; después votaron por Andrés Manuel López Obrador y ahora están muy decepcionados y enojados, pues ven lo mismo que antes.