Ni degenere sexual ni el infierno, mucho menos “sangre y muerte” o “la más infame explotación de los vicios de una juventud enferma y engañada”. Hace 50 años, en Avándaro, durante el concierto Rock y Ruedas que escandalizó al gobierno de Luis Echeverría y a la prensa amarillista de la época, se vivieron un par de días “tranquilos, fantásticos”, de música y hermandad entre chavos de una generación que sólo aspiraba, literalmente, al amor y la paz.
Así lo recuerda la fotógrafa Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942), quien acudió a ese paraje de Tenantongo, en el estado de México, aquellos 11 y 12 de septiembre de 1971, acompañada por su profesor del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos Jorge Fons y su compañero de clases Luis Carrión Beltrán.
“Llegué sin saber qué era Avándaro ni nada de nada de rock, pero me pareció maravilloso encontrar una multitud de jóvenes que venían caminando desde lejos, uno que otro encuerado, fumando mota. Estaba bien, es decir, no me pareció nada escandaloso ni peligroso; al contrario, era fantástico que se reunieran a escuchar canciones de rock”, dice la autora en entrevista con La Jornada.
Para rememorar esos días, Trilce Ediciones, en colaboración con Hipnosis, presenta una nueva edición del libro Yo estuve en Avándaro (que ya habían publicado en 2016), ahora en formato grande y con material inédito, que incluye una selección de las imágenes que captó Iturbide y los textos de Federico Rubli, Justino Compeán y Luis de Llano.
“Por suerte, llevaba varios rollos, como 15 o 20; algunos a color, algo muy raro porque generalmente uso blanco y negro y porque no sabía a lo que iba”, continúa la fotógrafa, quien explica que Luis Carrión tenía la encomienda de filmar la carrera de automóviles que finalmente se suspendió debido a la multitud que llegó, “y Fons iba a grabar al grupo La Revolución de Emiliano Zapata para la película La verdadera vocación de Magdalena, de Jaime Humberto Hermosillo, también por encargo de éste. “No hubo nada del escándalo que dijeron después los periódicos. Como fotógrafa, tuve una experiencia súper interesante. Fue fantástico conocer otra realidad de México. Tenía 26 años y eran mis primeros trabajos, porque después dejé el cine para estudiar fotografía con Manuel Álvarez Bravo. Fui de su asistente porque me dijo: ‘Graciela, el cinito es para jugar; hagamos fotografía’, aunque él quería hacer cine.
“Mi estancia en Avándaro fue muy agradable. El otro día Fons me dijo que teníamos una buena casa de campaña; entonces, parece ser que la pasé muy bien, no lo recuerdo. Pero lo que no olvido es que les dije ‘no me voy de aquí hasta que se termine el concierto’, porque quería ver al final el desastre, cómo quedaba el campo, pues llegó tanta gente que los dejaron entrar sin pagar.
Se desataron los problemas con todos
“Después me enteré de que hubo problemas políticos, con Carlos Hank González, entonces gobernador del estado de México, con los que dejaron hacer el encuentro y con los que no dejaron, sobre todo con los periódicos, que se les fueron encima, no sé si por mochos, porque había un trasfondo político o porque nunca había se había dado un festival así, excepto en Woodstock (en 1969, en Estados Unidos).
“Avándaro fue una imitación de ese concierto, de esas ganas de celebrar. El problema fue que después prohibieron los conciertos, y el rock mexicano se diluyó.”
En cuanto regresó de esa cita, la editorial Diógenes, de Emmanuel Carballo, le pidió a Graciela su material para hacer un libro, “que ahora es imposible conseguir. Es un librito normal, no tiene nada de maravilloso. Eso sí, está muy bien diseñado, con textos de Carrión. Era barato. Se vendió entre los jóvenes y se agotó de inmediato. Ahora todos los coleccionistas lo buscan, incluso los extranjeros –no entiendo por qué–, según ellos, es lo que llaman fotolibro, pero entonces ni idea”, sonríe la autora.
Por supuesto, a Iturbide no se le escapó la imagen de la hoy famosa ‘encuerada de Avándaro’. “De casualidad estaba por el lugar donde ella se subió, entonces le hice varias fotos, una secuencia. Siempre digo que mi cámara es un pretexto para conocer la vida, y en Avándaro me dio la oportunidad de conocer el mundo rebelde de México y ver que no lo era tanto, porque todos los jóvenes estaban con lo del amor y paz.
“No me centré en fotografiar a los músicos que tocaron, sino lo que me encontraba al paso: a una chica embarazada, a otras con sus bebés... había de todo, miles y miles de personas caminando por esos campos, sin ningún disturbio.
“Nunca he tomado esas fotos como parte de mi trabajo, porque estaba empezando, pero me gustan las que hice, sobre todo al final, donde se ve a un joven de espaldas, con una camiseta amarrada a la cintura con el símbolo de amor y paz, agachado, recogiendo papeles y, claro, la encuerada y algunos músicos, que no sé si eran importantes. Sólo caminé y caminé tomando fotos.
“Después de Avándaro, como me interesó lo que pasaba en ese mundo, fui una o dos veces a los hoyos fonkis porque el director del periódico Ovaciones era mi amigo y me dio una credencial de periodista para poder entrar. Ahí el ambiente era más denso porque eran lugares cerrados, pero también muy interesantes. Todo lo que sea nuevo me interesa mucho. Si hubiera otro concierto, ¡claro que iría! A lo que me inviten a fotografiar voy, menos la guerra”, concluyó la artista.
Yo estuve en Avándaro se presentará este 11 y 12 de septiembre de manera presencial en el Foro Indie Rocks! (Zacatecas 39, colonia Roma Norte), a las 19 horas. Será una fiesta de largo aliento en la que también se rifarán dos guitarras eléctricas; habrá un bazar de discos de vinilo de la onda chicana, curada por See Records; una exposición de pinturas con el tema Avándaro, del colectivo de Alejandra de Witt, así como la proyección del documental Bajo el sol y frente a Dios, de Arturo Lara Lozano.
El encuentro se transmitirá por streaming. Informes y compra de boletos en https://avandaro-50-anos.boletia.com/