Ni un chisguete queda de aquella catarata de inversión privada (nacional y, especialmente, foránea) y los cientos de miles de empleos formales que generaría en el país tras la aprobación de la “reforma” energética de Peña Nieto, porque en los hechos tales promesas sólo formaron parte de la propagandística fábula de las hadas neoliberales que insistentemente narraron los seis gobiernos de ese corte.
Allá por febrero de 2018, a escasos meses de la elección presidencial en la que arrasó Andrés Manuel, el gobierno peñanietista (concretamente su secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell) pregonaba que el “nuevo modelo energético” del país “garantiza” más de 200 mil millones de dólares en “inversiones totales comprometidas que generarán más de 820 mil empleos”, de tal suerte que “el mayor error que pudiera cometer el siguiente gobierno, cualquiera que sea su ideología, es echar atrás la reforma energética; no es sensato pensar echar abajo ese caudal de inversiones y empleo; necesitamos incrementar la producción de gas y petróleo para disminuir nuestra dependencia de Estados Unidos; la reforma se encuentra consolidada con contratos de exploración y extracción de petróleo, que a su vez generarán más de 815 mil millones de dólares durante los próximos años”. De pilón, aseguraba que para finales de 2018 y, desde luego, “gracias a la reforma energética”, México extraería diariamente no menos de 3 millones de barriles.
Pues bien, prácticamente desde el inicio de su gobierno, el presidente López Obrador documentó y divulgó que de aquellos 200 mil millones de dólares “comprometidos” apenas se habían invertido 800 millones (0.4 por ciento de lo “garantizado”, es decir, sólo un chisguete); de los cientos de miles de empleos prometidos por las hadas neoliberales no apareció ni uno, y al cierre del gobierno peñanietista, de los 3 millones de barriles que presumían en realidad solamente se extraían 1.8 millones.
Parece que nada ha cambiado desde que, en sus primeros meses de mandato, López Obrador documentó y divulgó lo que se cita líneas arriba, porque ayer retomó el asunto y subrayó que todos los contratos que, “gracias a la reforma energética”, se entregaron a particulares “no han dado buenos resultados”. Se concedieron como 110 contratos a empresas privadas “para extraer petróleo; bloques en tierra y mar, concesiones para que en ellos perforaran y sacaran petróleo y de ahí pagaran una comisión al Estado: las llamadas asociaciones público-privadas de utilidad compartida”.
Oficialmente, para eso fue la llamada “reforma energética”, dijo Andrés Manuel. “Entregaron esos contratos, engañaron con que iba a llegar mucha inversión extranjera, a raudales iba a llegar dinero. ‘La dolariza’, decían, ‘ahí viene la dolariza’. Pues no llegó nada y, de esos 110 contratos, son muy pocos los que están activados; la mayoría no tienen ningún trabajo, no hay ninguna inversión. Ya en términos legales hasta se podrían cancelar; no lo hacemos porque harían un alboroto y es innecesario, porque nosotros estamos resolviendo el problema de la producción rescatando a Pemex”.
Pero en el cuento de las hadas neoliberales la narrativa fue distinta. López Obrador recapituló: “si les recuerdo sobre lo que iban a producir con estos contratos, para estas fechas estaríamos produciendo como 3 millones de barriles diarios, eso dijeron, que íbamos a estar produciendo muchísimo. Pues nada, de esos contratos después de cinco, seis años, deben producirse cuando mucho 40 mil barriles con los contratos de la llamada reforma energética; de un millón 750 mil que se producen diario”.
Lo producido por los privados equivale a 1.3 por ciento de los 3 millones “comprometidos” (versión Pedro Joaquín Coldwell) y a 2.3 por ciento de la producción actual y real. López Obrador lo resumió así: “¿saben qué hicieron algunos? Pues obtuvieron los contratos porque tenían agarraderas, influencia en las llamadas rondas, y vendieron los contratos. Pura especulación. En general no están cumpliendo con los compromisos adquiridos cuando se les entregaron los contratos”.
¿Y la catarata de inversiones? Pregunten a las hadas neoliberales.
Las rebanadas del pastel
Urge el funeral, porque apesta el cadáver de la institución: en 2022 América Latina hará una propuesta formal para definir el futuro de la OEA; el presidente López Obrador se ha pronunciado por remplazarla y trabajará en consecuencia.