Tula, Hgo., De un momento a otro, y sin previo aviso de la posible necesidad de evacuar, los vecinos de Tula, Hidalgo, vieron sus casas y negocios totalmente anegados por el agua que liberaron de las presas cercanas, lo que dejó graves pérdidas materiales, sobre todo en la zona centro de esta ciudad.
La avenida Zaragoza, una de las más importantes de esta localidad y donde se concentra buena parte de sus negocios, la tarde y noche de este martes aparecía casi totalmente anegada, con encharcamientos que alcanzaban hasta un metro de altura.
Pero lo peor, cuentan los vecinos que aún se encontraban rescatando sus pertenencias, había ocurrido durante la madrugada, cuando el desbordamiento del río Tula hizo que las aguas alcanzaran más de dos metros, lo que dejó múltiples negocios prácticamente en ruinas.
La queja común es “nunca nos avisaron”. La voz de alerta, dicen los afectados, se escuchó primero en redes sociales, donde comenzó a circular con fuerza el rumor de que las aguas estaban llegando a límites preocupantes. Pero ninguna autoridad local ni federal les advirtió de la necesidad de ponerse a buen resguardo.
Rabia y tristeza
Con una mezcla de rabia y tristeza, Adolfo Francisco Monroy observa cómo sus empleados sacan lo más que pueden del agua que le pasó por encima a la óptica que montó hace más de 20 años, cuyo equipo se perdió casi en su totalidad.
“Hubo falta de información, ¡nunca nos dijeron que ya había que salir! Yo alcancé a sacar algo de mercancía, pero se me chingó un aparato de tomografías para revisar la retina que cuesta un millón 200 mil pesos.
“Si van a desfogar las presas, el proceso es progresivo. ¿Por qué se tardaron hasta el final sin avisarnos, ya que nos reventaron la madre? Nada nos dijeron, como si pensaran: ‘ráscate con tus uñas, cabrón’”, dice con enojo apenas contenido.
Apenas a la vuelta se ve una farmacia en estado ruinoso. Frente a las cortinas metálicas totalmente destruidas, que apenas dejan ver los anaqueles vacíos y tirados en el suelo, hay dos policías con armas largas que custodian nerviosamente el lugar y ordenan a gritos a cualquiera que se asome que se retire.
Sin embargo, la presencia de los agentes no impide que cuatro jóvenes pasen corriendo con bultos y bolsas en las manos, al parecer producto del saqueo a un local, mientras una voz a lo lejos los acusa: “¡rateros, hijos de la chingada!, ¡agárrenlos!”
En un local de zapatos los empleados se afanan en sacar la mayor cantidad de agua posible, pero no colocan las piezas a la calle. Saben que son pérdida total, pero dicen que no quieren crear más basura y generar más problemas de los que ya hay en las calles de Tula. También a ellos la inundación los tomó por sorpresa.
“Fue una tragedia. Jamás nos imaginamos que iba a haber un tumulto de agua, jamás dieron el aviso de que algo tan fuerte iba a pasar. Es una pérdida total de nuestra microempresa, que tiene más de 40 años de fundada y que en Tula llevaba más de cinco años”, dice con tristeza Zaide Salvador, representante del negocio, mientras alumbra con una lámpara pilas y pilas de zapatos que nunca se van a poder vender.
La lluvia seguía cayendo, sin visos de detenerse durante toda la noche.