Don Sergio, agricultor de 55 años de edad, lleva mil 750 días exigiendo que al fin llegue la hora de la verdad y justicia para su hijo Óscar Luna, asesinado junto a otros siete indígenas mixtecos en Nochixtlán, aquel aciago domingo 19 de junio de 2016. No se cansa. Don Sergio es el símbolo de la resistencia indomable e incorruptible de las familias afectadas por aquel crimen de Estado.
Cerca de las 3 de la tarde, del 11 de agosto de este año, don Sergio, sus compañeros del Comité de Víctimas (Covic) y abogados llegaron a una de las lúgubres oficinas de la Fiscalía General de la República (FGR) en la Ciudad de México. Los recibió un personaje de nombre Germán Adolfo Castillo Banuet. “El fiscal no está; yo atiendo en su nombre”, les dijo el funcionario.
“Queremos saber la respuesta a nuestra petición de crear el equipo especializado multidisciplinario para agilizar la investigación de la masacre perpetrada en Nochixtlán”, recordó la comitiva al representante del fiscal general, Alejandro Gertz Manero. El funcionario soltó: “La FGR no trabaja con equipos de ese tipo; además, no tenemos dinero, y ustedes no saben ni lo que quieren”. Don Sergio se mordió los labios de coraje; le sobraban razones de soltarle un buen golpe con su fuerte brazo campesino. Se contuvo. Impuso su sencillez y su educación provinciana.
Entonces los visitantes le plantearon algunas preguntas: “¿Cuándo van a citar a declarar a los personajes que el senador Miguel Ángel Osorio Chong mencionó en su comparecencia ante un juez en mayo pasado?, ¿cuándo citan a declarar al ex presidente de la República Enrique Peña Nieto?” Germán Adolfo Castillo Banuet endureció el rostro y les dijo muy molesto: “No veo la razón por la cual debamos citar a Enrique Peña Nieto, a menos que nos lo ordene un juez de control”. La comitiva comprendió entonces que tratar con un funcionario así era inútil. Tendrían que regresar a Nochixtlán, informar de lo acontecido a todas las familias en lucha por la justicia y la verdad, y volver en otro momento a la FGR, con un nuevo plan, que obligue a las autoridades a cumplir con su responsabilidad de impartir justicia.
La masacre de Nochixtlán no fue reconocida como crimen de Estado por el gobierno anterior, ni por el gobierno actual. Buscan tergiversar los hechos y justificar la criminal actuación de la policía federal y sus altos mandos. Obstaculizan la ley con argumentos técnicos y científicos. Es cínica la actitud de los policías, jefes policiacos y funcionarios citados a declarar –casi a la fuerza–. En sus declaraciones se dicen inocentes y llamados por el Estado para salvar a la sociedad, la moral y las familias mexicanas. Se consideran casi héroes.
Estos cinco años y meses de pelea que sostienen las familias víctimas de la masacre de Nochixtlán han sido tortuosos; los pocos avances en el proceso, se enfrentan a un entramado jurídico podrido, pues la FGR, protege y tuerce la ley en favor de los policías criminales que dispararon y de los funcionarios que dieron la orden de disparar. Como escribe Eduardo Galeano, en su obra Patas arriba: la escuela del mundo al revés, los policías portando armamento, se dicen atacados. Los jefes policiacos acusan a las víctimas, sus familias y quienes los apoyan de violentos; el ex gobernador y los ex jefes de Estado justifican sus decisiones de inevitables pues ordenaron disparar en legítima defensa, y para salvaguardar la patria.
Don Sergio nunca se da por vencido. El 19 de octubre de 2019, se plantó con una manta frente al licenciado Andrés Manuel López Obrador mientras avanzaba para llegar al estrado preparado en Cuicatlán, Oaxaca. El Presidente se apeó de la camioneta, y junto con el gobernador Alejandro Murat, escuchó por unos minutos a don Sergio: “Nadie nos hace caso, Presidente; usted prometió en su campaña que habría justicia para las víctimas de Nochixtlán”. El mandatario caviló su respuesta por unos segundos y le dijo: “Habrá justicia, don Sergio. A partir de hoy los va atender el subsecretario Alejandro Encinas”. Esta es la hora en que los funcionarios obstaculizan las órdenes del Presidente.
Don Sergio y la comitiva de Covic regresaron molestos de su última entrevista en la FGR. Informaron a las familias de las víctimas y éstas decidieron redoblar esfuerzos para que el pueblo de México vuelva a mirarlos, se entere de lo que ocurre y se solidarice con su propósito de que este crimen no quede impune y se castigue a los responsables.
Don Sergio esperaba que el Presidente, a mitad del camino y en su discurso por los tres años de su gobierno, dedicara unas palabras a las víctimas de Nochixtlán, aquellas que ofrendaron su vida en la lucha contra la reforma educativa de Peña Nieto y que contribuyeron en detener el vendaval neoliberal. No las hubo. Don Sergio, fiel a sus principios de campesino curtido en la dureza de la vida, no se detendrá. Así lo prometió a sus dos hijos que le sobreviven, a su esposa y a sus compañeros de lucha.