Venecia. El cine latinoamericano pisa fuerte en el festival de cine de Venecia con una poderosa denuncia contra el opaco mundo de las maquiladoras en México, en el filme del venezolano Lorenzo Vigas La caja, en concurso ayer en la Mostra.
Vigas, primer latinoamericano que ganó el León de Oro con su primera película, Desde allá (2015), cuenta la historia de Hatzín (interpretado por Hatzín Navarrete), de 13 años que recorre medio México para recuperar los restos de su padre encontrados en una fosa común.
Navarrete, quien carga con el peso de la película, no es un actor profesional, si no que fue escogido entre miles de estudiantes de Ciudad de México.
Producida entre otros por el cineasta mexicano Michel Franco –compite igualmente en la sección oficial con Sundown–, la segunda película de Vigas aborda a su manera el tema de la paternidad, o más bien de su ausencia, para hablar también de identidad, de los desaparecidos en México, de la violencia contra las mujeres y de la explotación laboral.
“Llegué al tema de las maquiladoras y a la desaparición de las mujeres de forma natural. Se dio cuando el niño llega al norte de México para buscar los restos del padre. Más de 20 mil mujeres han desaparecido en esa zona. Nadie sabe por qué”, explicó Lorenzo Vigas, quien, interrogado por la Afp, señala que lleva décadas residiendo en México.
Según cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda, al menos 20 mil 939 mujeres y niñas están desaparecidas y no localizadas en México.
“Cuento una historia de ficción que se desarrolla en el norte, donde hay muchos tipos de maquiladoras, fábricas inhumanas, que son casi cárceles. En algunas hay trabajadores que nunca han salido; incluso se nace dentro”, aseguró Vigas, que filmó entre 2019 y 2020 en al menos 10 localidades de Chihuahua e incluso logró rodar imágenes reales en una de esas fábricas.
“Estamos en guerra con esos pinches chinos. No nos dejemos robar el trabajo”, clama y repite en la cinta uno de los encargados de contratar trabajadoras para enviarlas a una de esas plantas, llenas de mujeres sentadas ante máquinas de coser, unas imágenes casi inéditas.
A través de la mirada del joven que busca a su padre, el espectador va descubriendo entre inmensas llanuras y desiertos polvorientos, las mentiras, los horrores y los secretos que hay detrás de las llamadas maquiladoras, fábricas donde se procesan o ensamblan productos a bajo costo, situadas en esa región fronteriza con Estados Unidos, las cuales necesitan personal maleable, que no proteste ni exija.
Vigas, que tuvo autorización de los diferentes cárteles de la zona para rodar, cree encontrarse entre los primeros realizadores que han podido filmar dentro de una de esas fábricas.
“Negociábamos o, mejor, avisábamos a los cárteles que el filme no los perjudicaba”, relató uno de los productores, Jorge Hernández.
La película se desarrolla no muy lejos de la tristemente célebre Ciudad Juárez, donde el padre que lo abandonó, Mario –quien es interpretado por Hernán Mendoza–, se traslada para trabajar contratando gente con un autobús escolar.