El episodio de Vox en México –el instrumento beligerante más moderno construido por el franquismo– se escribió con la sangre azul del panismo en un hecho bien pensado y bien acordado entre la ultraderecha.
El encuentro y la firma de la Carta de Madrid no tiene nada de fortuito; se pensó y se repensó entre los panistas y no porque estuvieran en desacuerdo con el pensamiento de los franquistas, sino porque no medían con exactitud las reacciones que provocaría tal reunión.
Según nos han comentado, Vox corrió la invitación a Acción Nacional al igual que lo hizo con otros actores políticos de la derecha latinoamericana, como es el caso de Ecuador, y se cruzaron argumentos para afianzar la alianza para “combatir al comunismo” en la región.
Así, luego de algunas consideraciones, se acordó –entre Vox y el PAN– hacer público el encuentro entre los liderazgos partidistas, y con ello enfrentar las consecuencias o, como ellos acordaron, medir la aceptación de la gente a la “cruzada” a la que se comprometieron; es decir, tanto las intenciones como la difusión de sus eventos era, y es, parte de la estrategia del grupo español que además –esto no consta en la firma de los acuerdos– habrá de convertirse, o ya se convirtió, en el principal asesor de la ultraderecha mexicana mediante un despacho del que ya se ha hablado.
La foto de los panistas miembros del Senado, alrededor de Santiago Abascal, nieto de un funcionario del franquismo en el País Vasco, dan una idea de qué tan en desacuerdo estuvieron los azules, que se miran contentos arropando al que alguna vez fue miembro del Partido Popular y al que renunció porque no estaba tan a la ultraderecha como él pretendía.
Pero lo sucedido con el PAN nos enseña que estos azules de nuevo cuño nada tienen qué ver con las ideas fundacionales de esa organización y que su lucha por la protección de las empresas corruptas es su verdadera filosofía.
Y en esa forma de pensar nos encontramos a Felipe Calderón y al lenguaraz Fox –que bien rima con Vox–, que permitieron que muchas empresas españolas y de otros países saquearan impunemente las riquezas naturales de México, pero que ahora parecen renegar –en el discurso– del panismo voxista, aunque no haya distingos en sus formas de actuar.
Una buena parte de los panistas que están en total acuerdo con Vox suponen que la alianza le dará un nuevo aire a los azules que, conscientes de la muy poca aceptación popular que tiene su partido, buscan, de todas formas, impulsar un discurso más agresivo en contra de la izquierda y del gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador.
La primera reacción de algunos azules, es repudiar a los que arroparon a Abascal, y el diferendo aún no termina, por el contrario, se ahonda, se conflictúa. Así, la posibilidad de una nueva ruptura entre los azules parece ser una respuesta clara al cambio hacia la ultraderecha que proponen los neopanistas. Ya veremos.
De pasadita
Por más que se quiera, la decisión de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, de cambiar la escultura de Cristobal Colón por otra que represente a la mujer indígena resulta congruente con el discurso del gobierno de la 4T.
La estatua fue cuestionada desde hace mucho tiempo, y ahí, en el Paseo de la Reforma, se dieron manifestaciones y protestas en contra de la permanencia de la figura del marino genovés. Uno de los primeros en exigir que se retirara la estatua, hasta donde recordamos, fue Genaro Domínguez, el jarocho líder de la Coordinadora Nacional de Pueblos Indios, quien falleció al inicio de este año.
Hace prácticamente un año el gobierno de Claudia Sheinbaum decidió retirar la estatua, ante las amenazas de varios colectivos ciudadanos de bajar la escultura que, según se ha dicho, tenía más de cien años en ese lugar.
Bien por el gobierno de la ciudad que escuchó los reclamos de una muy buena parte de sus ciudadanos que exigían el cambio. Ojalá y otras ambiciones no den al traste con la decisión tomada.