El éxodo masivo de ciudadanos afganos por el restablecimiento del régimen talibán, un gobierno y un sistema especialmente hostiles con las mujeres y en general con las libertades públicas, así como la reanudación de las caravanas de migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos, con paso inevitable por el territorio nacional, nuevamente han puesto al fenómeno migratorio en el centro del debate público nacional e internacional.
Un análisis sereno de un tema de suyo álgido exige ir más allá de las dolorosas escenas de quienes huyen de sus lugares de origen en busca de mejores condiciones de vida, y en algunos casos extremos, con el fin de encontrar espacios de hospitalidad y asilo para conservar la propia vida.
La migración es un fenómeno que ha acompañado el devenir histórico de los seres humanos: ha estado presente en los cinco continentes, ha cruzado los océanos y traspasado las fronteras nacionales, y por eso no hay razas pretendidamente puras, sociedades homogéneas, culturas impermeables ni países autárquicos.
La emigración ha sido incesante, y el origen geográfico es el mismo, como señalan José Antonio Marina y Javier Rambaud, en su icónico texto Biografía de la Humanidad: “Es necesario recordar que todos procedemos de una misma tribu, la que salió de África, pero cuando 16 milenios después de la separación, la rama europea y la rama americana volvieron a encontrarse, no se reconocieron. Uno de los objetivos de este libro es recordar que pertenecemos a la misma familia”. Al origen único sobrevino la diversificación. Por eso, no hay ser humano que no lleve en su código genético los vestigios de diversas razas, culturas y civilizaciones.
Este concepto de origen único, humanidad compartida y flujo permanente debiera fomentar los valores de tolerancia y fraternidad, núcleo de los derechos humanos universales, frente a los contravalores tan difundidos del racismo y la xenofobia, propios de la derecha neofascista.
Contravalores defendidos por organizaciones como Vox, partido español especialmente desdeñoso, discriminatorio, de los migrantes y las culturas originarias, incluida la azteca. Lamentable y peligroso, que su dirigente Santiago Abascal haya sido recibido por senadores del PAN. Ahora sólo esperamos que no hagan lo mismo con Le Pen, fascista de la ultraderecha de Francia.
Una visión integral y humanitaria debiera llamarnos, lejos de los reduccionismos de la derecha, a buscar las causas de fondo, las predominantes, de la migración histórica: los desequilibrios y las inequidades en los niveles y los ritmos del desarrollo entre unas naciones y otras, los indicadores económicos y sociales contrastantes al cruce de las fronteras políticas. A esos factores se han sumado el impacto socioeconómico de la pandemia y los fenómenos de la naturaleza incentivados por el calentamiento global.
Por ejemplo, 46 por ciento de los menores que han llegado sin compañía a Estados Unidos en lo que va de 2021 provienen de Guatemala, empujados principalmente por la insuficiencia alimentaria y el cambio climático. La crisis ocasionada específicamente por los huracanes Iota y Eta, a principios de año, agravada por los efectos de la pandemia, también obligaron a miles de familias de la región a abandonar su lugar de origen.
La crisis migratoria proveniente del llamado Triángulo Norte de Centroamérica, Guatemala, Honduras y El Salvador, no sólo ha impactado a Estados Unidos, sino también a nuestro país, pues el endurecimiento de la política migratoria estadunidense ha convertido a México en una nación de destino para miles de migrantes que antes sólo transitaban por nuestro territorio.
Según la Comar, pasamos de tener poco más de dos mil solicitudes de refugio en 2014, a cerrar 2019 con más de 70 mil, un ligero descenso en 2020 y, tan sólo en el primer semestre de 2021, 51 mil 654, cifra récord para un periodo similar.
Además, el Instituto Nacional de Migración identificó, de enero a agosto de 2021, a 147 mil 33 migrantes en condición irregular en el país, cifra que representa el triple de lo registrado durante el mismo periodo de 2020.
De ellos, 23 por ciento son menores sin compañía.
Ya sabemos que, por sistema, el capitalismo es incapaz de resolver la contradicción fundamental entre el “libre comercio” y las barreras que limitan la movilidad humana. Pero, atendiendo las causas de fondo de la migración, sobre todo la contemporánea, se pueden implementar políticas públicas que hagan disminuir la que es forzada al invertir en obras de infraestructura, con el fin de generar empleos en los lugares de origen; reactivar el campo para producir el sustento de las familias y mantener el trabajo rural; ampliar el presupuesto en rubros que a largo plazo generen valor agregado, como la educación, la ciencia y la tecnología.
En los países centroamericanos, lo mismo en la ciudad que el campo, se vive una realidad de pobreza y exclusión social en amplios sectores de la población que empuja a la migración masiva. La carencia de futuro es un resorte que promueve la migración.
Sólo con un esquema global, que genere oportunidades de desarrollo y calidad de vida en todo el continente, pasaremos de la contención a la solución de fondo al fenómeno migratorio.
*Presidente de la Fundación Colosio