Kabul. La última batalla en la toma de Afganistán por el Talibán se desarrolla en el valle de Panjshir, con un ritmo acelerado de lucha, y el tiempo se vuelve un factor crucial en lo que viene adelante. Disparos de celebración en Kabul, la noche del viernes, causaron al menos 17 muertos y al menos 40 heridos después de que el Talibán declaró haber capturado Panjshir. Pero el valle no había caído, y la oposición insistió poco después en que había repelido a los atacantes y recuperado territorio.
Las afirmaciones y refutaciones de supuestas victorias continúan en ambos bandos. Un vocero del Talibán, Belal Kareemi, afirmó ayer que todas las áreas del Panjshir habían sido capturadas, excepto la capital, Bazarak, y otro distrito, Rokha. La versión del opositor Frente Nacional de Resistencia (FNR) fue: “intencionalmente hemos permitido al Talibán entrar en el valle y ahora está atrapado. Es una táctica de nuestro libro de tácticas que hemos usado desde la década de 1980, cuando los soviéticos entraron al valle. El FNR está en todo el Panjshir y el Talibán ha sufrido severas pérdidas”.
Hasta fechas muy recientes, el Talibán ha venido diciendo que preferiría un acuerdo negociado en el Panjshir, de manera similar a como se ha adueñado del resto del país. Al acercarse a un reconocimiento internacional como nuevo gobierno de Afganistán, no desea un baño de sangre en gran escala que socave el discurso de que busca estabilidad y no conflicto.
Un alto oficial del Talibán dijo a The Independent: “hemos logrado evitar una larga guerra civil con muchos muertos, como las que hubo después de que los rusos se marcharon. Creemos que otros países lo reconocen, incluso los estadunidenses, y muestra que hoy queremos paz en Afganistán, no más guerra. Tenemos entregas pacíficas en todo el país; eso debería pasar también en el Panjshir”.
Sin embargo, las negociaciones hasta ahora no han llegado a ninguna parte. El Talibán afirma que la oposición ha rechazado sus ofertas; la resistencia afirma que no confía en el grupo islamita y que los términos ofrecidos equivalen a una rendición. Entre tanto, los combates se han intensificado. Algunas facciones del Talibán buscan ahora una victoria tan rápido como sea posible, en tanto el FNR quiere sostener el valle en la creencia de que el tiempo les ganará apoyo.
Hay varios factores en juego. El Talibán tiene problemas para formar un gobierno. Capturar el último territorio en manos del enemigo fortalecería su posición de dominio sin disputa, dentro y fuera del país, y, según los militantes de línea dura, acabaría con la necesidad de atraer a figuras moderadas. El jefe del servicio paquistaní de inteligencia (ISI), teniente general Faiz Hameed, llegó a Kabul el fin de semana, y se afirma que su presencia podría desempeñar un papel clave en lo que ocurra en el Panjshir.
Adversarios de Pakistán
Los líderes de la resistencia, en especial el ex vicepresidente Amrullah Saleh, quien alguna vez fue jefe del servicio de inteligencia afgano (NDS), son implacables adversarios de Pakistán, país al cual culpan de lo que ocurrido en Afganistán en casi todos los anuncios que han hecho.
Se ha acusado al ISI de estar ligado al Talibán y a otros grupos insurgentes, como la red Haqqani. Una de las tareas de Hameed, se afirma, es ayudar a establecer un gobierno que reflejaría todo el abanico insurgente, incluidos los haqqanis y otros. Su presencia se considera de particular importancia porque el mulá Abdul Ghani Baradar, líder talibán, ha tenido en el pasado una relación turbulenta con el aparato de seguridad paquistaní, que incluye arresto y cárcel en ese país. Mariam Solaimankhil, titular de la coordinación de relaciones internacionales en la oficina del ex presidente Ashraf Ghani, tuiteó: “Según lo que he oído, el jefe del ISI ha venido a Kabul para asegurarse de que Baradar no encabece el gobierno y Haqqani sí. Hay muchos desacuerdos entre las facciones del Talibán, y Baradar ha ordenado a sus hombres no atacar Panjshir”.
En realidad, es sumamente improbable que Sirajuddin Haqqani, líder de la red Haqqani, remplace a Baradar como jefe del nuevo gobierno. Funcionarios paquistaníes niegan que Hameed esté involucrado en la campaña en Panjshir. Pero lo que ocurra allí parece ser un tema de división entre el Talibán y sus aliados, y puede retrasar una acción militar decisiva.
Un retraso así beneficiaría a la resistencia. Si logra contener al Talibán durante un mes sobrevendría el invierno, y sería muy difícil sostener operaciones militares en el terreno del Panjshir durante los próximos cinco meses. El “Valle de los Cinco Leones”, rodeado de montañas, ha resultado en el pasado una nuez dura de romper. Los rusos no lograron capturarlo durante la guerra. Y, como bastión de la Alianza del Norte, resistió los ataques del Talibán y otros grupos islamitas durante la prolongada y sangrienta guerra civil que siguió al retiro de los soviéticos.
La esperanza en la oposición es que afloren las luchas internas de los islamitas durante la pausa invernal, que el descontento y desafío contra al Talibán crezca en otras partes del país, y que la resistencia comience a recibir apoyo extranjero, que hasta ahora ha sido difícil de obtener. Ha habido versiones entre ex militares estadunidenses y británicos, muchos de los cuales estuvieron de servicio en Afganistán, o fueron contratistas de seguridad privados posteriormente, de que afganos en el extranjero comienzan a recabar fondos para integrar fuerzas privadas que combatan al Talibán. Pero hasta ahora no ha surgido nada de eso.
También está claro, a partir de pláticas con diplomáticos estadunidenses, que tales acciones no recibirían apoyo del gobierno de Joe Biden, el cual ahora está en camino de establecer una relación con el Talibán. También parece haber poca simpatía por Saleh u otros líderes del FRN entre esos diplomáticos, quienes temen que políticos de su país pudieran arrastrarlo de nuevo hacia un conflicto al reclutar apoyo para la oposición armada. Ya varios miembros republicanos del Congreso han afirmado que Estados Unidos debe ponerse del lado de la resistencia.
Un líder de la resistencia, Ahmad Massoud, hijo de 32 años del renombrado líder muyahidin Ahmad Shah Massoud, escribió un artículo en el Washington Post en el que solicitaba ayuda antes de que la lucha en el Panjshir arreciara. “Tenemos reservas de municiones y armas que hemos acumulado con paciencia desde los tiempos de mi padre, porque sabíamos que este día podía llegar. Si los señores de la guerra del Talibán lanzan un asalto, sin duda enfrentarán férrea oposición de nuestra parte”, afirmó.
La resistencia es evidente en los combatientes, compuestos de milicias tayikas y miembros de las fuerzas de seguridad afganas. Sin embargo, enfrenta formidables obstáculos, rodeada de territorio enemigo, sobrepasada en número y armas, con el Talibán en posesión actualmente de vastas cantidades de armamento occidental, incluso artillería y aeronaves capturadas a los militares o entregadas cuando las fuerzas aliadas se retiraron.
Pero aun si el gobierno de Biden se lava las manos de la oposición, hay la posibilidad de que otras potencias regionales, tomadas por sorpresa por el colapso del gobierno de Ghani y el triunfo del Talibán, comiencen a dar apoyo a la resistencia, como hicieron con la Alianza del Norte contra los islamitas.
Salej es ahora el rostro público de la resistencia, emitiendo un flujo continuo de mensajes desafiantes desde el Panjshir. Afirma que ha habido intensos combates, con bajas por ambas partes, y reconoce: “no hay duda de que estamos en situación difícil –estamos bajo invasión por el Talibán–, pero nos sostenemos en el terreno, hemos resistido”.
La oposición está resentida por la forma en que Estados Unidos y sus aliados se han alejado. “La traición de Occidente a Afganistán es colosal… Las escenas en el aeropuerto de Kabul en días recientes representaron la humillación de la humanidad, una vergüenza para cualquier nación que ha estado involucrada en Afganistán desde que el Talibán fue vencido por la coalición encabezada por Estados Unidos después de la atrocidad del 11-S”, dijo Saleh.
“No sólo es vergonzoso para el presidente Biden; es vergonzoso para toda la civilización occidental”, sentenció.
Saleh dice que sabía, desde que partió para el Panjshir, que podría ser una lucha a muerte. Hablando con el escritor Kapil Komireddi, describió cómo pidió a su jefe de guardaespaldas jurar sobre el Corán que cumpliría su última orden: “Le dije: vamos a Panjshir y el camino ya está tomado. Nos abriremos paso combatiendo, lucharemos juntos. Pero si me hieren, tengo una petición que hacerte. Dispárame dos veces a la cabeza. No quiero rendirme al Talibán. Jamás”.