Cuando Noemí Arzate iba a pedir trabajo junto con sus amigas, sabía que a ellas las llamarían para darles una oportunidad laboral, pero a ella no. Ante los ojos de sus empleadores, ser una persona trans es una característica que la deja fuera de los criterios de selección de personal.
“Vivo cerca de muchas empresas y bodegas. Posiblemente a mis amigas heterosexuales las iban a llamar y a mí no, porque yo era la única trans. Te presentas a las convocatorias, pero te miran horrible y entras con pavor, el mismo que sientes en tu familia y en la sociedad. Aunque sí te reciben para la entrevista laboral, no te llaman”, cuenta.
Ante la imposibilidad de conseguir un trabajo formal, “nos orillan a subemplearnos, ser estilistas, a tener un negocio de comida o a ejercer el sexoservicio, porque no hay oportunidades laborales ni para seguir con nuestros estudios”.
Aunque Noemí logró convertirse en deportista amateur con reconocimiento internacional y hoy es encargada de atención a la diversidad sexual y de género de la alcaldía de Azcapotzalco, la mayoría de los ciudadanos transexuales no logran trascender las limitaciones sociales.
Si bien este fenómeno social prácticamente no ha sido documentado como un factor que incida en que una persona caiga o no en condiciones de pobreza, el hecho de ser LGBT es un elemento “determinante” que, en efecto, puede llevar a la precariedad económica, señalan activistas y expertos en el tema.
Francisco Robledo Sánchez, fundador y director de la consultora Adil México –especializada en temas de respeto e inclusión laboral hacia personas LGBT–, consideró que la “discriminación sistemática” que enfrenta esta población la priva, en muchas ocasiones, del acceso a la educación, el empleo, la salud, la alimentación y el soporte de un grupo social que le permitan consolidarse económicamente.
De acuerdo con el estudio Equidad MX. Mejores lugares para trabajar LGBT 2021, elaborado por la Human Rights Campaign Foundation, existen 235 empresas en México que participan en programas de equidad laboral e inclusión de grupos de diversidad sexual, y aunque el tema ya está empezando a discutirse públicamente, dicha cifra “todavía es un número ínfimo”.
José Arturo Granados, médico y profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco, coincidió en que la orientación homosexual y la identidad de género “son un indicador de desigualdad social muy documentado”, el cual se manifiesta, no sólo en la falta de acceso al empleo, sino también a los servicios de salud. Para el activista Jaime López Vela, fundador de la organización civil Agenda LGBT, es “grave” que no tengan un programa específico de atención como sector vulnerable.