La memoria es un material sospechoso, pero delicioso a la vez; es débil, no tiene seguridad; es fluctuante. “A la vez da la fuerza a la vida cotidiana, sin la memoria de la infancia los adultos serían fantasmas”, consideró el escritor Jean-Marie Gustave Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008, quien habló en el Hay Festival Querétaro 2021 sobre las experiencias traumáticas de la infancia, así como de su descubrimiento de la cultura prehispánica en las lecturas de cronistas como Sahagún y Motolinia, y de cómo vivió el movimiento estudiantil de 68 durante la época que radicó en nuestro país.
La Segunda Guerra Mundial que marcó su niñez y la actual pandemia se conjuntaron en la experiencia del escritor nacido en Niza, en el sur de Francia, en 1940. La amenaza no era de enfermedad, era de guerra. En la actualidad, 70 años después, padeció encerrado en su cuarto, mirando la ventana, con salidas de unos minutos cada día. La alarma que sonaba cada noche sobre la ciudad fue lo que más le hizo recordar la guerra y que le decía “algo terrible está pasando”.
Su libro más reciente, Canción de infancia (Lumen), donde rememora los viajes vacacionales durante el verano en un pequeño pueblo de Bretaña y el periodo de la Segunda Guerra en Niza era el tema principal de la charla que sostuvo con Julián Herbert la mañana de ayer, en una conexión vía remota. Sin embargo, México, país en el que vivió el Nobel durante algunos años desde finales de la década de los 60, ocupó parte de este recuento memorioso, que ha sido parte de su proceso de escritura, por ejemplo, en su novela El africano.
“México es mi país ideal, lo encontré durante el final de mi juventud; me dio tanto y tengo muchos sentimientos de reconocimiento por su literatura, su cultura, su historia, más que nada por la generosidad de los mexicanos. Es un momento de felicidad estar presente, aunque sea de manera virtual”, expresó.
Un recuerdo que prevalece
Durante la entrevista se mencionó un pasaje de Canción de infancia, y señaló que la primera memoria que tiene es muy violenta, de algo espantoso: una bomba que cayó en el patio de la casa de sus abuelos. “Es una explosión, el choque del aire, las ventanas que quebraron. Todo ocurrió en una fracción de segundo y el recuerdo duró toda mi vida”.
Agregó: “Vivimos una época en la que en varias regiones del mundo los niños sufren esa experiencia, en Siria, en Líbano y en América Latina, donde la violencia ocurre, y se van a quedar con esa memoria toda la vida”.
Relató que no había previsto escribir Canción de infancia; el libro surgió cuando empezó la amenaza del Covid-19. Al terminar el primer capítulo, empezó la epidemia y el confinamiento, en su habitación. “Eso me hizo pensar en la primera parte de mi niñez, cuando estuvimos encerrados en un pueblo chiquito de la serranía en Niza, porque nos estábamos escondiendo de los nazis”.
Le Clézio y su hermano sobrevivieron toda esa época de encierro escuchando los cuentos de su abuela, quien tenía una imaginación extraordinaria.
Le Clézio y Herbert tienen en común el relato biográfico de una infancia trágica: el francés, alrededor de la guerra, y el mexicano en su novela Canción de tumba. El anfitrión destacó del invitado que es un escritor extensamente prolífico, cuya obra ha abarcado un rango de lo más experimental en la visión de la lengua hasta una forma narrativa en la búsqueda de la totalidad en la novela, muy conectado con la memoria personal y la intimidad de la forma en que los recuerdos irrumpen para construir relatos.
Respecto de México, explicó que su primer acercamiento fue con las lecturas de los cronistas españoles; así, “cuando paseo por la ciudad, estoy en dos lugares distintos al mismo tiempo, veo las huellas del pasado y veo la verdad de la realidad cotidiana. Es lo que me gusta: el encuentro de culturas, herencias y obsesiones diferentes”.
Llegó a nuestro país en 1967 a hacer el servicio militar como un ejército civil. Su misión era arreglar la Biblioteca del Instituto Francés de América Latina; en cambio, se dedicó a leer todo lo que encontró: cronistas, la poesía moderna de los contemporáneos, a Octavio Paz, las novelas de Juan Rulfo.
Durante su estancia también vivió la época trágica del movimiento estudiantil y la feroz represión de Gustavo Díaz Ordaz. El 68 y las protestas le hicieron darse cuenta de lo importante que era México para la historia del mundo, ya que le siguieron los movimientos en París, en China y otras partes del mundo.