Puede tenerse un trabajo bien pagado de jefe en una planta industrial con numerosos y temerosos empleados, permiso para construir muebles propios para un negocio futuro e incluso poseer un automóvil que te aleje del transporte público. Además, con una esposa joven y bella, enamorada, habitando una casa propia, repleta de plantas de ornato y decoración acogedora, con la que puede irse a bailar, al balneario o a divertirse. Nada de ello bastará para evitar la fragilidad machista y, por tanto, desmasculinizadora, cuando el conteo de esperma del médico especialista lo dictamine como la causa de la infertilidad en la aparentemente perfecta pareja.
Así se desatará la crisis no sólo matrimonial sino existencial en la vida del amable cuanto rígido Manuel (José Pescina) y la trabajadora escolar Lupe (Paulina Gaitán), cuyo cuerpo, maduro y ubérrimo, le empuja hacia la deseada cuando imposible maternidad.
Luego de desechar a un profesor brillante aunque de provecta edad, la búsqueda de donadores para una inseminación artificial les hará voltear los ojos hacia Rubén (Jorge Jiménez), un trabajador temporal de la fábrica que busca emigrar a Estados Unidos, fuerte, servicial y claro.
En Territorio (México, 2020), segundo largometraje del neolonés Andrés Clariond Rangel, este inopinado triángulo en vertiginosa revolución existencial –cuyos nombres, curiosamente, comparten la u y la e como vórtice–, irá mutando hacia una convivencia enfermiza, en la que los celos, la posesión, la fuerza y las emociones al límite irán desencuadrando la geometría inicial.
“Haber crecido, desde niño, en una sociedad machista en la que se te imponen muchas cosas, cómo debes ser y actuar, debes demostrar que eres hombre y que eres muy competitivo y ganarle a otros hombres. Siempre está ese mensaje. Todo eso me llevó a ésta, que me pareció una idea original, lo que me entusiasmó y me hizo volcarme de lleno en este proyecto”, recordó el productor.
La película se encuentra en cartelera desde el 26 de agosto, en salas de Monterrey, Tijuana, Guadalajara, Querétaro, Mérida, Veracruz, Morelia y la Ciudad de México.
Dos especies de machismo
Luego de concluir su ópera prima Hilda (México, 2014), muchas ideas le vinieron a la cabeza y comenzó a leer libros para adaptar, inició el borrador de algunos guiones que no llegaron a buen puerto y, finalmente, comenzó a concebir sobre un soldado estadunidense que regresaba de la guerra, pero la sintió cultural y vivencialmente muy lejana respecto de su vida o su situación en México.
De esta manera decidió trasladar la historia a México y emparentarla con un tema que lo tiene obsesionado, el del poder y el dominio. Con una diferencia: mientras en Hilda abordó el poder económico que ejerce la señora Le Marchand sobre su empleada doméstica, cuando se ve acorralada por la vida, aunque se crea de izquierda y enarbole causas sociales; en su segundo filme trata un poder más físico, además de confrontar y tocar temas tabú, le era particularmente sensible el tema de las masculinidades.
“Quise representar dos modalidades de machismo pues el que parece más vulnerable o menos macho tampoco puede sustraerse y frente a esas circunstancias emerge una parte suya muy oscura, cuando se supone que era una persona muy sensata y buena gente, y al otro le sale un lado muy animal. Son diferentes facetas de machos, de otra especie, en realidad. Creo que así son los personajes que hago”, explicó el codirector, junto con su socio, el productor Gabriel Nuncio, de Camino a Roma (México, 2020), detrás de cámaras de la premiada cinta de Alfonso Cuarón y estrenado en Netflix.
Infertilidad y crisis
Lo primero que se le ocurrió de la trama fue el final, explicó el realizador: Un hombre casado que es desplazado por otro que llega a su hogar. A partir de ese punto es que fue construyendo la historia hacia atrás, pensando en lo que le pasa, las razones por las que se derrumba y haciendo investigación sobre el tema se encontró con un hecho muy común: la capacidad de procrear está muy relacionada con la virilidad y con dejar un legado, tener un hijo, especialmente varón, tienen una carga cultural muy fuerte y en dichos casos ocurren crisis, depresión e incluso impotencia sexual luego de saberse infértiles.
“Así fue, un poco de atrás para adelante”, declaró. Luego vino un proceso de ensayo con los actores abundante y muy largo, mucho antes de rodar la película.
“En este caso corrí con suerte porque los tres se llevaron muy bien, se hicieron íntimos amigos, cortábamos a comer y se sentaban juntos. Andaban juntos para todos lados. A José lo citamos al casting y lo hizo muy bien, es un actor que se deja dirigir, piensa mucho el personaje, mientras Jorge es más intuitivo, más del momento, y Paulina es muy buena actriz, muy seria y chambeadora, dedicada al papel y al personaje al cien por ciento sin calcular si se vería bien o mal, para nada. No tuve problemas con ninguno de ellos, eran diferentes estilos con los que había que estar jugando”, reflexionó Clariond.