El principal logro del presidente López Obrador en la primera parte de su sexenio es el mantenimiento de una estabilidad precaria, pero a fin de cuentas estabilidad.
El régimen de López Obrador hereda un déficit de gobernabilidad definido como producto de la brecha entre demandas ciudadanas y respuestas gubernamentales en áreas estrechamente vinculadas: i) mantenimiento del orden y de la ley, ii) capacidad del gobierno para una gestión eficaz de la economía, iii) capacidad del gobierno para promover el bienestar social y iv) control del orden político y la estabilidad institucional.
Para entender cómo se construyen los nuevos andamios de gobernabilidad en medio de una establidad precaria y de diversas y profundas restricciones vale la pena recordar cómo se gobernaba en otras épocas recientes.
El régimen autoritario. Los andamios de gobernabilidad se resumían a un tripié: en el centro el presidencialismo junto al partido único y a las interacciones entre reglas formales e informales que tenían como punto de referencia a la Constitución. El partido hegemónico se sustentaba en las corporaciones sociales que, además de representar a através de una serie de encadenamientos piramidales a sectores sociales mayoritarios, también ejercían dos funciones clave: detectar el estado de ánimo de las fuerzas sociales y, por otra parte, constituirse en la correa de trasmisión de la ideología de la Revolución Mexicana entre la población usando los aparatos ideológicos claves como la escuela, las universidades y los centros de investigación.
El régimen de las alternancias. La relativa emancipación de los elementos que integraban los tres puntales del tripié autoritario –presidencia, partido hegemónico e interacciones entre reglas formales e informales– ocasionó que el centro político se desmadejara y se generaran desarticulaciones regionales y sectorales que terminaron siendo colonizadas por diversos intereses fácticos. Este nuevo andamiaje consta de cuatro patas: un presidencialismo acotado, un diarquía partidista –PRI y PAN–, a veces apoyada con el PRD, un conjunto disperso y fragmentado de organismos civiles articulado através de distintas causas ciudadanas aunque mayormente vinculadas con derechos ciudadanos o mas ampliamente con los derechos humanos y, finalmente, un amplio conjunto de intelectuales públicos que desde la academia, los medios de comunicación impresos y de manera notable los medios electrónicos, se constituyeron en el puntal decisivo de estos andamios.
Intelectuales. Su peso se incrementó en la medida que, se convirtieron –aun en su diversidad– en los principales canales de interlocución con las élites políticas y, crecientemente, con las élites económicas.
Las narrativas. A lo largo de las últimas siete décadas, en medio de grandes tragedias y profundas transformaciones en la sociedad y el Estado, se han desplegado al menos tres narrativas. La primera que proviene del régimen autoritario y que ha sufrido diversas adaptaciones a lo largo de sus 70 años en el poder. Me interesa focalizar en la narrativa de la Revolución hecha gobierno en los 50 y principios de los 60 con los presidentes Ruiz Cortines y López Mateos. La segunda se construye a partir del concepto clave de modernización y cuyo lema central: democracia y economía de mercado, se implanta y desarrolla en los pasados 30 años. En paralelo a ambas narrativas se desarrolla, a partir de movimientos sociales y políticos, pero ampliamente anclada en las clases medias urbanas, una narrativa antisistémica marcada por su antigobiernismo.
Estas narrativas juegan el papel de cemento cohesionador de los andamios de gobernabilidad en el régimen autoritario y en el régimen neoliberal. La tercera constituye la argamasa sobre la que se construye los nuevos andamios de la gobernabilidad que, como veremos no son tan nuevos.
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