En los 555 días que han transcurrido de la pandemia, la música no ha dejado de sonar. Su función terapéutica, su manera de acompañar, es la guía.
Pongamos a sonar ahora una música que además de amable, es muy divertida.
En primer lugar, el disco The Art of the Toy Piano, de Margaret Leng Tan. Y luego: She Herself Alone: The Art of the Toy Piano 2.
La música para piano de juguete tiene larga historia. El repertorio ha crecido y forma parte del tesoro de la música de concierto gracias a un pequeño ejército de pianistas que se han especializado en esas miniaturas.
De entre todos ellos destaca la pianista Margaret Leng Tan (Singapur, 1945), quien vive en Manhattan con tres pianos Steinway de cola, nueve pianos de juguete y dos perros. Fue alumna del compositor John Cage (1912-1992), autor de música para pianos de juguete, pionero en ese territorio en cuanto hallazgo, descubrimiento.
La idea permanente de John Cage (Juanito Jaula, para los cuates) fue siempre el descubrimiento de nuevos sonidos. Escribió su Suite para piano de juguete, en 5 movimientos, para una coreografía de su pareja, el coreógrafo Merce Cunningham, y esa partitura, con la subsecuente Música para pianos de juguete amplificados, se convirtieron en referente.
No se trata, evidentemente, de ninguna ocurrencia. Además de sus cualidades musicales, técnicas, proporciona una sensación muy agradable en el escucha, equivalente a recuperar la noción de infancia, el estado inicial de asombro, limpidez, ingenuidad, todos los valores de lo pueril, tan mal interpretados, rechazados, reprimidos y controlados en la sociedad.
El sentido libertario de toda la música que escribió John Cage está a sonrisa abierta en su repertorio para pianos de juguete.
Si ya puso usted a sonar, hermosa lectora, amable lector, el disco de Margaret Leng Tan, nombrado líneas arriba: The Art of the Toy Piano, sugiero un paréntesis para reír a carcajadas.
Ponga usted, por favor, en el buscador de la aplicación Spotify las siguientes palabras: “Music for Amplified Toy Pianos John Cage, Juan Hidalgo, Walter Marchetti” y le garantizo que va usted a reír a carcajadas.
Es una obra plena de hallazgos de sonido, interés primordial de John Cage, con los ingredientes acostumbrados de sus obras: partitura diferente a la tradicional, en este caso siete hojas de plástico transparente que asemejan mapas, croquis, señalizaciones, en lugar del papel pautado tradicional.
Dos pianistas se sientan en el piso, frente a sus pianos de juguete, que miden, los pianos, unos 40 centímetros de ancho por 60 de altura y, junto a ellos, los pianistas y los pianos, un arsenal de artefactos para hacer sonidos: papel burbuja, de ese que nos gusta hacer tronar nomás porque sí, un bloque de madera, pequeños cuencos tibetanos y, aquí viene lo más divertido: una figura de un cochinito de juguete, que al oprimirlo emite sonido.
En el caso del disco que sugerimos, con Juan Hidalgo y Walter Marchetti, ellos eligieron en lugar de un cochinito, una vaca, ¿o es un becerro, una cabra, un borrego? Porque sólo escuchamos el sonido, no existe video para confirmarlo. ¿A usted, bella lectora, amable lector, a qué le suena?, ¿a vaca, a becerro, a borrego, a cabra?, ¿a cerdito?
Lo cierto es que aun los escuchas más solemnes a quienes he invitado a escuchar esta obra, ríen a carcajadas cuando suena el ¿balido, mugido, gruñido?
Es como si estuviéramos en una reunión de trabajo y todos están muy solemnes y de pronto, como acto libertario, apachurramos la ¿vaca, becerro, cabra, cochinito? de juguete y todos ríen a carcajadas.
Por cierto, en un momento determinado de la obra se escucha el sonido de un beso.
Y ahora sí, estamos listos para poner a sonar The Art of the Toy Piano, de Margaret Leng Tan:
Comienza con una deliciosa tarantela, esa danza que se usaba en la antigüedad para curar enfermos.
Desde los primeros sonidos sucede el milagro: entramos en un estado de inocencia y juego.
La siguiente pieza es de todos conocida pero ahora suena de manera insospechada: Eleanor Rigby, de John Lennon y Paul McCartney (Juanito Lenin y Polma Carne, para los amigos), en un arreglo realizado por Margaret Leng Tan.
Suena a cajita musical. A campanitas. Suena a infancia.
Hay que hacer notar que esos instrumentos musicales llamados Pianos de Juguete presentan dificultades técnicas para algunos pianistas insalvables, porque es de juguete.
Tomarse en serio un piano de juguete no solamente es absurdo, vaya, ni Alicia en el País de las Maravillas lo haría. Los pianistas especializados en pianos de juguete tienen una capacidad asombrosa de concentración y habilidades técnicas todavía más asombrosas, pues esa cosita de nada tiene apenas nueve teclas y no suena, obviamente, como un piano “de a deveras”.
Pero ese instrumento de juguete resulta idóneo para ciertos compositores que nunca se tomaron en serio nada, como nuestro amado Erik Satie, cuyas gimnopedias y gnosedias suenan a bosque encantado con hadas bailando en el track siguiente del disco que hoy recomendamos dando brinquitos de alegría: The Art of the Toy Piano. La pieza se titula Satie blues y es un título muy acertado. El autor es Toby Twining y hace de la música de Satie un acto de magia. Las teclas del piano de juguete suenan como si adquirieran de pronto voz las luciérnagas en una noche estrellada. Flotamos.
La siguiente pieza se titula Three Lanscapes for Peter Wyer y la escribió Jed Dystler para el compositor británico cuyo nombre aparece en el título y se asocia en automático a John Cage, quien cuando cumplió 70 años le perdió el miedo a la muerte y le confió a su amigo Stephen Montague: “Supongamos que muero como persona. Continuaré viviendo como un paisaje para animales más pequeños. Yo no me detengo nunca”.
La siguiente pieza es también una delicia: Modern Love Waltz, en transcripción de Margaret Leng Tan para dos pianos de juguete a partir del original de Philip Glass.
El prodigio consiste en lo siguiente: la potencia de la música de Philip Glass, originalmente escrita para orquesta de cámara y aquí en un arreglo para piano de juguete a cargo de Margaret Leng Tan, equivale al poder infinito que tiene el sintetizador Prophet Five, que suele utilizar Philip Glass para algunas de sus composiciones, aquí reproducido tal poder por un artefacto diminuto. Y de juguete.
Después de La oreja milagrosa, partitura fantástica (en todos sentidos) del genial David Lang, viene otro episodio delicioso: ¡la música de Los Locos Addams! O bien: La Familia Addams; el tema original que escribió Vic Mizzy para esa legendaria serie de televisión, fue rescrita por Toby Twining para piano de cola y piano de juguete y al escucharla de inmediato vemos en nuestra imaginación al personaje Dedos tocar el piano de juguete y a los demás personajes bailando este delicioso Rag. Ah, y hacemos coro chasqueando los dedos, como los mismísimos Addams (¿quién de ustedes es Morticia? ¿Quién quiere ser Largo? ¿Quién Homero? ¿Quién quiere ser Pericles? ¿Quién el Tío Cosa?).
Y así es como el disco The Art of the Toy Piano transcurre entre risas y sonrisas y suspiros. Escuchamos, entre las siguientes piezas, la Sonata Claro de Luna, de Beethoven, entre brumas, una deliciosa Sweet Chinoiserie, y culminamos con la Gimnopedia número 3, de Erik Satie.
La vida es bella, muy bella. Suena a campanitas, a cajita musical de esas a las que damos cuerda. Suena a sueños. Suena a pianos de juguete.
Sonreímos.