Ciudad de México. La premio Nobel de Literatura 2015 Svetlana Alexiévich (Stanislav, 1948), quien aborda en su literatura acontecimientos terribles, afirmó que la motiva el amor: “no he perdido la fe en los seres humanos ni en el mundo”.
La escritora y periodista negó durante su participación vía digital este viernes en el Hay Festival Querétaro que en su literatura recoja horrores, sino “el espíritu humano; es decir, el único motivo de ir al infierno y describir lo que allí sucede es dar esperanza al hombre y valor para vivir, porque de otro modo no hay razón para descender hasta ese mal, porque ese mal corrompe al ser humano”.
Alexiévich menciona que en la actualidad hemos descubierto que en todas las épocas “una parte de las personas se pone del lado del bien y otra es consumida por las tinieblas; aunque también hay una zona gris: aquellos que aún no han decidido qué camino tomar.
“En realidad el hombre no siempre sabe quién es. Un ser humano tiene todo esto en su interior. Por tanto, creo que el arte existe para dotar a los seres humanos, en la medida de lo posible, de fuerza para preservarse. Así lo escribió Dostoievski en su diario, en el que hablaba de ‘buscar la humanidad en el ser humano’. Ese es mi lema: ‘buscar la humanidad en el ser humano; fortalecer esa humanidad en él’.”
En la conversación con la activista Mariana Katzarova, la autora de Voces de Chernóbil: crónica del futuro sostuvo que la actual pandemia de Covid-19 se asemeja a aquel accidente nuclear en cuanto a que es “una frontera del nuevo mundo que todavía no acabamos de entender”.
En este escenario, “nuestros filósofos, físicos, escritores y artistas deberían reflexionar mucho sobre este nuevo mundo e intentar y, tal vez encontrar, una respuesta todos juntos, porque ha pasado la época en la que se podía preguntar a un escritor cómo vamos a vivir.
“Ahora es el momento de una búsqueda colectiva de respuestas, algún tipo de práctica conjunta, ya que todo lo que ocurre hoy afecta a un número inimaginable de personas. Si hablamos de la pandemia podemos decir que es un problema global. Sólo sé que necesitamos una especie de nuevo conocimiento, una nueva comprensión.”
Relató de qué manera logró entender que Chernóbil es una nueva forma de guerra cuando acompañó a unos soldados que estaban evacuando a la población de un pueblo. Los habitantes “se vieron obligados a abandonar a sus animales. Se avergonzaban de mirarlos por las ventanillas, parados alrededor de los autobuses y sin poder entender por qué sus dueños no se los llevaban con ellos. Era una especie de traición humana”.
Una anciana se resistía. No comprendía la urgencia. Decía: “Mire a su alrededor, los pájaros vuelan y hay flores por todas partes. Hoy he visto un ratón corriendo por ahí, Estos soldados de aquí son nuestros soldados y no hay humo”.
Muerte alrededor
Ahí, añadió, se dio cuenta de que “todo a nuestro alrededor era una nueva muerte con un nuevo aspecto. Sin embargo, uno no puede comprender lo que ocurre en el mundo porque el derredor parece igual y, al mismo tiempo, es diferente. Se trataba de otra forma de guerra, de que había nuevos conocimientos que debíamos adquirir para sobrevivir en el futuro, en las nuevas guerras”.
La periodista bielorrusa afirmó que el presente “parece el inicio de una nueva Edad Media. Recuerdo que cuando encendí el televisor después de lo de Chernóbil oí hablar de ‘nosotros’, ‘ellos’, ‘lejos’ y ‘cerca’. Esto era cierto incluso después de Chernóbil, que no fue tan global como la pandemia que vivimos hoy.
“La humanidad sigue operando con conceptos antiguos mientras vive en un mundo nuevo. Es como cuando fui a la zona de exclusión de Chernóbil en el primer mes (después del accidente) y vi camiones llenos de soldados con ametralladoras yendo hacia esa zona. ¿A quién o a qué iban a disparar esas ametralladoras? ¿A la radiación, quizás, o a otra cosa?
Para la escritora, “nuestra sique es el producto de nuestra cultura y de lo que está pasando aquí con ella. Uno de mis personajes dijo que nuestra cultura actual es un baúl lleno de viejos manuscritos, porque las cosas que nos están pasando ya no se pueden leer en los libros ni ver en las películas”.
A su paso por la zona vedada de Chernóbil, continuó la escritora, “todo parecía igual. Las manzanas que colgaban de las ramas y las flores eran las mismas, al igual que los prados. Todo era tan hermoso y, sin embargo, no podías sentarte en el suelo, ni comerte una manzana o recoger flores. Todo eso podía matarte. Había muerte a nuestro alrededor, pero con un nuevo aspecto.
Concluyó: “Es algo que nuestra cultura aún no ha explorado, no ha entendido ni transformado en conocimiento para nosotros. Lo mismo está ocurriendo con la pandemia”.